Cuba debe afinar su Cooperestroika

Especialistas de la isla observan deficiencias.


Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 08 de octubre de 2015

Camila Piñeiro Harnecker, Jesús Cruz Reyes y Luis Emilio Aybar Toledo son tres voces cubanas que, desde el corazón de la isla, elaboran una evaluación crítica de los cambios económicos en Cuba y, de manera particular, sobre el nuevo modelo de cooperativismo que ya se promueve en el país.

Piñeiro Harnecker, integrante del Centro de Estudios de la Economía Cubana, en su diagnóstico destaca que el marco legal para la creación de las cooperativas es “complicado, disperso, demorado y verticalista”.

Cruz Reyes, profesor de la Universidad de La Habana, reconoce, “no vimos la importancia de las cooperativas fuera de la agricultura. Así, no lo vimos”. Y confía a La Coperacha que las nuevas cooperativas “aparecen como una apuesta para elevar la eficiencia”.

Aybar Toledo, joven sociólogo del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, subraya que el Estado descarga en las cooperativas “los sectores de la economía que no es capaz de gestionar de manera eficiente. No se entienden como herramientas para generar una cultura del trabajo igualitaria y democrática”.

El trío cubano se entona y les marca a las autoridades dónde están desafinando y qué tonada caribeña darle al nuevo son cooperativo para armar un bonito guateque.

Experimentando la Cooperestroika
Todo se formaliza en abril de 2011 durante el VI Congreso del Partido Comunista, en el que se aprueban 313 lineamientos para la actualización de la política económica y social, entre ellos, cinco hacen referencia a las cooperativas.

En diciembre de 2012, con tres decretos y dos resoluciones se instrumenta el funcionamiento de las llamadas Cooperativas No Agropecuarias (CNA). “Este marco legal tiene un carácter experimental”, señala en su diagnóstico preliminar Camila Piñeiro.

En la opinión de Jesús Cruz hay varias razones que provocaron las reformas económicas y sociales, así como la apertura de nuevos espacios para incluir a las CNA.

“Nuestra dependencia de tres o cuatro productos no se ha resuelto. En los últimos años la importación de alimentos ha crecido, y desde luego la política de los Estados Unidos nos ha golpeado”, sintetiza Cruz para La Coperacha.

Una manera de encarar la eficiencia con una mejor gestión la representa el cooperativismo. “Por ello se promueve su formación, fuera de las tradicionales agropecuarias, en la gastronomía, comercio y servicios”, precisa Cruz Reyes.

Los lineamientos señalan la creación de cooperativas “como una forma socialista de propiedad colectiva”, agregando que su propiedad social no podrá ser vendida y que su primer obligación contractual la tienen con el Estado, para después cumplir con las unidades no estatales.

También los lineamientos contemplan la formación de cooperativas de segundo grado, es decir instancias integradoras de cooperativas de primer grado o de base, para realizar compras o ventas en conjunto.

De donde serán, ay mamá… las nuevas cooperativas
Pues son 314 de La Habana y 70 de Artemisa, que aparecen con los números más altos, pero hay al menos una en cada provincia de Cuba hasta sumar 498 cooperativas, según datos, al mes de mayo de 2014, de la Comisión de Implementación de los Lineamientos (CIDEL).

Entre el universo de las nuevas cooperativas hay 384 de origen estatal, es decir empresas que el Estado ya no gestiona y las entregó a sus trabajadores para su cooperativización, y 114 no estatales que son iniciativas de grupo de personas.

Los principales logros de las nuevas cooperativas que identifica Piñeiro Harnecker en su diagnóstico son:

Los socios, en promedio, casi han triplicado sus ingresos; se percibe unión y trabajo en equipo; hay mejor disciplina laboral; se cuidan mejor los medios de trabajo y hay ahorro de recursos como electricidad, agua o teléfono.

Cochero pare, pare cochero…
El problema central del cooperativismo lo declaró Aybar Toledo al medio argentino Marcha: “La mayor parte de ellas son empresas estatales convertidas en cooperativas, donde los asalariados se volvieron asociados de un día para otro y el antiguo director su Presidente”.

Camila concluye en su diagnóstico que se debe suspender la creación de nuevas cooperativas y estas son algunas de las medidas que sugiere tomar antes de continuar con su creación:

Respetar el principio de adhesión voluntaria para las cooperativas de origen estatal; fijar plazos a las respuestas institucionales para atender a las cooperativas; que las entidades estatales se informen sobre las cooperativas y de la normatividad que se deba aplicar.

Otras medidas que destaca Piñeiro Harnecker van dirigidas a destacar la importancia que tiene la educación cooperativa; realizar una campaña informativa a la sociedad sobre las cooperativas; facilitar espacios de planificación entre las cooperativas para su intercooperación y fomentar que las cooperativas se propongan cumplir con su responsabilidad social.

Piñeiro percibe que son muchas las expectativas que se han puesto en las nuevas cooperativas: “Ya se han dado los primeros pasos, pero aún queda mucho por hacer para alcanzarlas”, aunque no ignora que la visión que se tiene de las cooperativas agropecuarias representa una barrera práctica.

Aybar advierte sobre el riesgo de caer en lo peor de ambos mundos: “Así, al combinarse control político con liberalización económica, nacionalismo, regulación estatal y asistencialismo, las reformas esbozan un itinerario similar a las transiciones china y vietnamita”.

Señala que la prensa cubana los toma como ejemplos y “se mira muy poco a experiencias latinoamericanas que aunque pequeñas han aportado visiones y prácticas alternativas, como el Movimiento de los Sin Tierra, el movimiento zapatista o el diseño del Estado comunal venezolano”.

Por su parte Jesús Cruz, habanero de corazón, responde a la pregunta que le hace La Coperacha: ¿La Habana no aguanta más?, “No, objetivamente no aguanta más”, devuelve el economista marxista.

La Coperacha

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