Innovación: entre la técnica y la sociedad

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http://cooperativatzikbal.blogspot.com/ FB: Cooperativa Tzikbal (Oficial) Twitter: @cooperatzikbal


Alain Briseño
Coordinador de Proyectos Especiales
Cooperativa Tzikbal
redstarvictory@hotmail.com

Actualmente es sencillo hacerse a la idea, amarga o de gusto insípido según quien siga estas líneas, de que la innovación es una palabra que le pertenece a otros, que no a los cooperativistas y demás gentiles de a pie o pedales. Me explico: resulta sencillo hacerse a la idea de que la innovación son pantallas aglutinantes que invitan a explorarlas con los dedos, aparatos que hacen otros aparatos, químicos de nombres impronunciables y efectos no menos ininteligibles, tiendas cada vez más extravagantes en que uno no sabe bien qué hacer, etc.

A nadie se le ocurriría pensar que un pelado que se pone a organizar un torneo de fútbol en la cuadra, u otros pelados que quizá hicieron de un botadero el campo donde dichas cáscaras comunitarias suceden pueda estar haciendo algo que merezca calificarse de innovador. Quizá el ejemplo peque de sentimental o manipulativo -ya ofreceré otros menos sacados de la manga- y cuando digo que a nadie se le ocurriría pensar que aquello es innovación, me refiero a que casi a nadie; pero de hecho la idea de ir marcando estas actividades bajo la rúbrica de la innovación -de un tipo específico de innovación- sí que existe y se discute. He aquí un poco de historia.

En 1992 se publica la primera edición del Manual de Oslo , manual que propone un sistema de indicadores y definiciones sobre innovación, que además se erige como uno de los principales cánones del tema, y en el que innovación equivale exclusivamente a innovación tecnológica y de procesos. Ouch. Progresivamente el manual va avanzando desde aquello de la exclusión a incluir definiciones gradualmente más abarcativas sobre lo que podía considerarse innovación: en su edición de 1997 la cuestión ya incluye también el campo de los servicios, y en su edición del 2005 se incluyen innovaciones en publicidad y mercadotecnia.

Independientemente de esta evolución, parece que la idea subyacente en el manual que venimos bien que mal reseñando es la de encadenar la idea de innovación a la de procesos empresariales ligados al mercado, sin que importe mucho si las innovaciones son francamente perversas, o sólo moderadamente clasistas. No obstante, el manual de Oslo no tiene aún el monopolio sobre el tema, y al parecer la ONU vía CEPAL tuvo a bien meter su cuchara, abriendo espacio para discutir al respecto, cosa que seguramente ya llevaba vuelo en otros escenarios (ojala nunca necesitemos que la ONU interceda por nosotros). Este es el caso del Fórum de Barcelona 2004 donde el invitado estrella, por decirlo de alguna manera, fue el concepto de Innovación Social. Ofrecemos las consideraciones de un par de autores al respecto:

De acuerdo con Martin Hopeval, Innovación social es una acción endógena o intervención exógena de desarrollo social, a través de un cambio original/novedoso, en la prestación de un servicio o en la producción de un bien, que logra resultados positivos frente a una o más situaciones de pobreza, marginalidad, discriminación exclusión o riesgo social, y que tiene potencial de ser replicable o reproducible. Y continúa añadiendo que La innovación social valora la riqueza de un proceso colectivo.

Javier Echeverría propone un análisis conceptual en que los diversos tipos de innovación pueden distinguirse en función de los diversos valores que tienden a satisfacer: económicos, empresariales, tecnológicos y científicos, pero también comunitarios, ecológicos, culturales, jurídicos, etc. Añade que la innovación en el ámbito social quedaría entonces delimitada de esta forma a los valores que busca fortalecer no siendo un fin en sí misma, sino un medio para incrementar el bienestar, la calidad de vida, el nivel cultural de la sociedad que defiende esos valores.

En otras palabras, aquellas acciones que emanadas desde la sociedad (buttom up aunque también se habla de buttom down ) se orienten a defender lo que para ella es valiosa (sea el deporte, la música, su lengua o su cocina); a fortalecerla (en su salud, en su felicidad, en su economía, en su intelecto, o en sus grupos más desprotegidos); y encima lo hagan de manera original, caen redondito y de pie en el cajón solidario de la innovación social.

Para muestra basta un botón, y para nuestra fortuna hay miles surgiendo entre nosotros, pero por ahora me limito a señalar uno, cumpliendo además la promesa de poner un ejemplo menos sacado de mis mangas, aunque sin dejar de estar relacionado con la ropa.

El domingo 22 de enero, 2012, la Cooperativa Tzikbal alojó por primera vez en su Espacio Social Autogestivo una Tienda Gratis, de ropa en esta ocasión, concepto que encontramos por demás encantador. Consiste en revisar el ropero, closet o baúl, encontrar en él aquello que no goce de mucha atención de nuestra parte -a condición de que esté en condiciones óptimas para gozar de la de atención de alguien más-, y ponerlo sin pudor alguno a disposición de quien guste. En otras palabras, uno lleva sus cosas y toma las que lleven los demás, siempre y cuando no las lleven puestas. No es un intercambio bis a bis, es decir, no se limita al trueque (la antesala del modelo económico actual); en cambio se puede llevar lo que se desee y tomar lo que se desee.

De esta forma se combate tanto el desperdicio sin sentido, como el consumo innecesario de bienes sobrevaluados a la par que se genera una dinámica novedosa y divertida. Bajo esta lógica, se recolectó un montón de ropa para todos los gustos y todos los estilos: deportiva, casual, retro, vintage, para hombres y mujeres por igual. Durante varias horas hubo un flujo constante de unos 50 concurrentes y además, el ambiente fue excelente: a la música de los Amigos Invisibles, de nueva cuenta la convivencia fluyó entre un público divertido y con la mejor de las disposiciones, y nuestro staff que, como era de esperarse, participó con igual entusiasmo en el cambalache. Se dice que las limonadas estuvieron a la orden del día.

¿Se vio implicado un complejo andamiaje de técnicas sofisticadas? No; en lo absoluto. Fue suficiente con construir un espacio de posibilidad para que las personas, por sí mismas, entretejieran una práctica innovadora como respuesta al consumo y explotación que se encuentra vertido en esa necesidad básica que se conoce como vestido.

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