La última (acción verde) y nos vamos.
Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 29 de enero de 2016
Johanne Despatie sabía que la muerte ya le pisaba los talones, recorría la fase terminal de cáncer y decidió hacerse cargo de los detalles para su entierro… pero de un entierro ecológico.
La apasionada ecologista quebequense se acercó al gerente general de Jardines del Recuerdo, que administra el cementerio de Saint-Alexandre, y le propuso abrir una sección ecológica; Johanne quería concluir su vida sin dañar el medio ambiente.
Morir duele, pero además contamina
Los entierros tradicionales degradan el medio ambiente, ya sea por los materiales con los que está construida la caja, la lápida o los mausoleos.
La organización Entierros Verdes, ha estimado que los entierros tradicionales en los Estados Unidos emplean en un año 82 mil toneladas de acero, unas 2 mil quinientas de bronce y cobre y 1.4 millones de toneladas de cemento.
Ahora que si entramos en los detalles del embalsamiento, estamos hablando de residuos de hasta 3.1 millones de litros de fluidos cuyo componente principal es el formaldehyde, que la Agencia Federal de Protección Ambiental ha calificado como un agente capaz de producir cáncer al exponerse a tejidos vivos.
Un flamazo y ahí muere
En el caso de la cremación de los cuerpos, el impacto ambiental se mide por el alto consumo de energía que se necesita para quemarlos. La Asociación de Cremación de América del Norte señala que se pueden llevar incinerar un cuerpo entre dos y cuatro horas a temperaturas que van desde 760 a 1150 grados centígrados.
Si se considera que la incineración de los cuerpos pueden incluir algún tipo de incrustación o prótesis, los tan populares implantes, o bien aparatos o curaciones dentales, se puede hablar de emisiones tóxicas de mercurio cadmio y plomo.
Terese Gregg del Departamento de Ciencias de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Florida, identifica que la cremación emite contaminantes por tres vías: la combustión, la combustión incompleta y la volatilización de los metales.
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Existe una organización llamada Consejo para Entierro Verdes o en inglés Green Burial Council (GBC), que procura entierros que no contaminen los espacios naturales.
El GBC se encarga de certificar a los “proveedores aprobados”, en Estados Unidos y Canadá, que atienden de manera sostenible los detalles relacionados con la muerte y el manejo de su sepultura.
La certificación incluye los cementerios híbridos que son los cementerios convencionales que ofrecen los entierros sin bóveda, ni losa. Otra categoría es la de cementerios naturales, que ya requieren de protocolos de energía, minimizar los residuos y no se permiten el uso de productos químicos tóxicos.
La tercera certificación, añade la obligación de proteger y conservar a perpetuidad la conservación de la tierra donde se encuentre el cementerio.
De pino la cama y de piedra la cabecera
El cementerio de Saint-Alexandre se estableció en Gatineau, tercera ciudad más poblada de Quebec en Canadá, en 1960 y tiene una superficie que rebasa los 16 mil metros cuadrados.
El lugar que presume de sus jardines y arbolados no contemplaba servicios funerarios ecológicos hasta que la señora Johanne Despatie manifestó su preocupación.
Desde hace un año los restos de Johanne, se encuentran debajo de una pequeña lápida de piedra, pegada a un árbol y rodeada de muchos más.
La piedra pulida además de indicar su nombre, y fechas de nacimiento y deceso, en la parte inferior muestra la leyenda “Instigatrice de la section écologique” es decir “Iniciadora de la sección ecológica”.
Foto de Lea Papineau