Anarquismo, autogestión y sororidad se tejen en una red de proyectos de mujeres.
Colaboración especial: Eunice Lozada Rosillo
Ciudad de México // 11 de marzo de 2019
Las redes tienen múltiples funciones y las integrantes de la EcoRed Feminista La Lechuza Buza decidieron tejer una, con ellas como cuerdas, para que sostuviera el trabajo de todas. A esa red la acoge actualmente la librería Amoxcalli (José Martí 49, colonia Escandón, CDMX), donde además de cientos de libros, ahora también se ofrecen productos naturales, artesanales y editoriales de manufactura feminista.
Para la EcoRed todo comenzó en una piyamada en 2014, cuando Alicia Andares, Emilia Almazán y Karla Guzmán platicaron sobre aquellos temas escabrosos que a todos nos preocupan: precariedad laboral, incertidumbre en la vejez y falta de servicios médicos… sin embargo, lo que podría haber terminado en depresión, fue el inicio de un proyecto enriquecedor.
Ecofeminismo, la columna vertebral
Con un antecedente de trabajo feminista en la UAM Iztapalapa, decidieron conjuntar sus proyectos individuales para formar algo colectivo, pero sin jerarquías, por ello descartaron crear una Organización de la Sociedad Civil, una cooperativa o un colectivo. La mejor manera fue a través de una red de proyectos autónomos con una idea en común: abrazar la vida a través del apoyo mutuo.
Entre la diversidad de feminismos, ellas asumieron la postura del ecofeminismo que relaciona la explotación de la naturaleza con la del cuerpo de la mujer; una explotación económica y física que solo puede resarcirse con el cuidado del vínculo entre el cuerpo femenino y la tierra, así como el reconocimiento de que el derecho de la naturaleza es el mismo que el derecho de la mujer.
Por ello, temas como la menstruación consciente, la desmedicalización, el cuerpo como territorio de despojo, la herbolaria, los huertos y la agroecología son la esencia de los productos y talleres que ofrecen en la tienda La Lechuza Buza.
Economía sororaria
En 2014 la EcoRed comenzó con tres lechuzas y a lo largo de cinco años se han integrado varias más hasta conformarse por las 22 integrantes que comparten la visión del grupo inicial: compartir y no competir; horizontalidad, no jerarquías; anarquismo y autogestión; acompañamiento y sororidad.
Puesto que las lechuzas buzas levantan su vuelo nocturno en nueve estados del país, la tienda actualmente recibe productos de diferentes entornos como jabones artesanales, herbolaria, tinturas y aromaterapia, libros sobre salud femenina, encuadernación, café, chocolate, miel, toallas sanitarias reutilizables, copas menstruales, cosmetología natural, raíz de chilcuague (una hierba antiespasmódica, antiséptica y antiviral natural), entre otros.
Algunos productos son hechos por ellas mismas, otros los distribuyen después de probar su calidad, pero les es importante no llegar a triangular el proceso porque apuestan por el comercio justo y sororario, en el que sean las mujeres las generadoras de sus propios ingresos y las consumidoras consecuentes con los productos que obtienen.
A pocos meses de su apertura, Karla Helena recuerda que fue el pensamiento zapatista el que conjuntó los proyectos de la librería Amoxcalli con la Tienda de la EcoRed. Por eso, conscientes del entorno en el que se ubican, entre una colonia gentrificada y un barrio popular como Tacubaya, buscan acercar a ambos lados del vecindario a temas como el feminismo y el arte comunitario.
En la EcoRed saben que poco a poco su trabajo será redituable, pero por ahora lo importante para ellas es dar pasos en conjunto para la consolidación de los ocho proyectos que la conforman; a veces se truequean, a veces se compran, pero más allá de su construcción económica, ellas están para consolarse, apapacharse, recomendarse, en fin, para acompañarse y crecer.