Mediante talleres de hortalizas, huertos, hidroponía y jardinería, la cooperativa Huitzitzillin avanza a paso garante en la formación de la conciencia ecológica. Su “caballito de batalla” es la composta, pues de esta enseñanza parte el camino hacia las demás prácticas verdes y sustentables.
Pablo Correa
Ciudad de México // 24 de agosto de 2012
“Hemos usado la composta como caballito de batalla, ese ha sido como nuestro pilar”, dice Gaby Martínez, bióloga de Huitzitzillin cooperativa fundada en 2009.
A los talleres que se imparten al sur de la ciudad se acercan principalmente amas de casa, aunque también son tomados por jóvenes y otros profesionistas más alejados a este tipo de actividades.
En la Ciudad de México de las 12,500 toneladas de basura que se producen diariamente, unas 8 mil toneladas son de desechos orgánicos según ha indicado recientemente el investigador del Cinvestav, Poggi Varaldo del Instituto Politécnico Nacional.
Y no obstantes de que existen 6 plantas de composta dependientes del gobierno local y al menos otras 6 de planteles universitarios, estas resultan insuficientes. Anualmente entran a las plantas de composta solamente 40 mil toneladas de residuos orgánicos de los casi tres millones que se generan.
Pocas plantas composteras y con una capacidad muy limitada, así como la incompleta separación de la basura por parte de ciudadanos dificultan los procesos de reciclaje y compostaje en la ciudad.
Así, la opción de la composta en el hogar puede verse como una opción viable para resolver el problema de los desechos orgánicos tanto en el hogar como en la ciudad.
“Nosotros quisiéramos que todo mundo en su casa hiciera composta, esta es una cosa sencilla, y además todo mundo genera basura”, dice Gaby Martínez quien estudió en la Facultad de Ciencias de la UNAM.
La cooperativa Huitzitzillin está convencida de que estas prácticas van a la alza. “Mucha gente en el fondo tiene esa inquietud, hace años que empezamos era muy difícil, hoy las personas buscan y están muy permeadas de esto”.
La importancia de la composta no sólo reside en el hecho de deshacerse de la basura inorgánica de una forma práctica y limpia, sino en la posibilidad de aprovecharla para plantas, jardines, huertos o simplemente para parques.
En el caso de Huitzitzillin va más allá, pues en su huerto se siembran y cosechan chiles, jitomates y lechugas alimentadas con la composta, por lo que del domicilio de esta cooperativa solamente se ven salir residuos sólidos.
Martín Espíndola y su esposa Gaby Martínez miembros de la cooperativa, explican que todo mundo puede tener una composta, ya sea que “vivas en una casa o un departamento”.
Una opción es un bote de 20 litros en el que se hace una cama de tierra y luego una de desechos y así sucesivamente; sólo hay que estar al pendiente de la humedad constante y buena temperatura, además que no esté al sol directamente.
“Es como salir a tirar la basura al camión, sólo la depositas y la cubres de tierra, en tres meses no haciendo nada, tu puedes tener composta que será tierra negra”.
En Huitzitzillin el taller de composta puede tomarse en algunas horas, de manera personal, en pareja, en familia o con amigos. Cualquiera que tenga la disposición puede aprender a desarrollar esta ecotécnia, sin embargo debe tener cuidado; pues una vez que entra el caballito de Troya, puede venir un gran jardín, una azotea verde, las hortalizas o un huerto.
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