No obstante de que la cooperativa familiar Plantarte Coyotl se constituyó formalmente apenas en 2010, su preocupación por el medio ambiente ha recorrido al menos tres generaciones. “Para nosotros la ecología no es una moda”.
Pablo Correa
Ciudad de México // 10 de mayo de 2012
Al sur de la Ciudad de México trabaja una cooperativa de madres de familia que trae “el amor por la naturaleza en la venas”. Su historia se remonta a mediados del siglo pasado cuando en los Pedregales de Coyoacán no había otra cosa que piedras, matorrales y cactus.
Doña Victoria Martínez aprendió de su madre la convivencia con los animales y plantas, y es la herencia que ha dejado en vida a sus hijos. Por las noches de los años cincuenta en un momento en que la electricidad estaba lejos de la zona, “los niños se quedaban calladitos a escuchar el correr del agua entre las rocas”, recuerda Doña Vicky.
Con los años y conforme la tierra llegaba al lugar, Doña Vicky y su familia trajeron la vegetación, sembrando árboles y plantas fueron definiendo el entorno de su comunidad.
Hoy esta cooperativa familiar conformada principalmente por mujeres, realiza talleres de reciclaje, ecotecnias, jardinería y cuidado ambiental. Durante los últimos años se han vinculado con organizaciones y grupos en pro-medio-ambiente de la ciudad, por lo que su capacitación técnica es permanente.
Doña Vicky muestra su jardín como la edificación más importante de su vida, plantas de sol, de sombra y cactus endémicos rescatados que ya no se ven más por ahí. A los “cactos” más grandes les llama monstruos, mientras que a los pequeños con sus cientos de finas espinas los acaricia de modo maternal. “A mi no me espinan, no sé porqué”, dice entre risas.
La última implementación que han hecho en casa es el huerto hidropónico, en el que siembran lechuga, jitomate, chile, coliflor, espinaca entre otros vegetales que ocupan para consumo propio. Plantarte Coyotl vive principalmente de la venta de arreglos florales para celebraciones, sin embargo, esta actividad se rige bajo una máxima, jamás se deben cortar plantas o flores. Los arreglos naturales deben de vivir como “un signo de vida en casa”, dice doña María de Jesús, hija de doña Victoria.
Mientras corre, una niña grita: “el bosque, el bosque”. En realidad no hay bosque, sólo corre por la calle y entre las espesas sombras de los árboles que sembró hace medio siglo doña Vicky. “Siempre hay la necesidad de una sombra”, dice doña Mari Chuy.
Doña Vicky es la mayor de esta cooperativa, las otras integrantes son sus hijas y un nieto. “Para mi hacer esto es darles vida al igual que ellas me dan vida a mi, yo dependo de ellas”, dice refiriéndose a sus plantas y flores. Ella es una de las raíces más profundas que habitan por ahí. Su sombra cobija.