Desde aquella primera distribución del refresco social, la cooperativa Pascual llega a los treinta con más desafíos y retos.
Redacción la Coperacha
Ciudad de México // 26 de mayo de 2015
Hoy en día con una producción diversificada de bebidas de frutas, agua y hasta leche, la Cooperativa de Trabajadores de Pascual cumple 30 años. Fue el 27 de mayo de 1985 cuando inició sus operaciones, este fue uno de tantos pasos difíciles para llegar a consolidarse como una empresa social rentable y dirigida por sus trabajadores.
Desde el primer alzamiento de trabajadores a inicios de los ochenta la lucha nunca ha cesado, en inicio por la defensa de sus derechos laborales, después el combate férreo por recuperar su fuente de trabajo, la dificultad de gestionar la producción de una empresa cooperativa sin experiencia en la dirección, así como las batallas legales por casi dos décadas, dan cuenta de esta vida de lucha.
El levantamiento
Fue en mayo de 1982 cuando los trabajadores de la refresquera Pascual realizaron un paro de labores. Los motivos eran vastos: horas extras no cubiertas, retardos en los pagos, la sobrecarga de trabajo y los accidentes laborales por malas condiciones, y el principal, que no se cumplía con el decreto presidencial que obligaba un aumento de salarios del 10%, 20% y 30% , así como el reparto respectivo de utilidades. Eso fue lo que motivó a los trabajadores a organizarse.
Para los obreros el denunciar las malas condiciones de trabajo y exigir respeto a sus derechos laborales, significaba automáticamente ser corrido. Los despidos a personas de entre los 35 y 40 años de servicio eran más comunes, y por si fuera poco, cuando el personal recibía sus liquidaciones, de manera sospechosa eran asaltados a pocas cuadras de la empresa.
Los mártires
Las demandas se agudizaron y algunos días después de suspender las labores, tres mil empleados de las dos plantas en la Ciudad de México ya se habían sumado, pero un hecho trágico marcó la ruta de esta lucha. Fue el 31 de mayo de 1982 cuando camionetas de la empresa Pascual aparecieron frente a la puerta central de la planta sur en donde ochocientos trabajadores montaban guardia.
Con bocina en mano, el patrón Rafael Jiménez azuzaba a golpeadores y pistoleros. Uno de los camiones se dirigió con gran velocidad hacia los trabajadores, y aunque algunos pudieron saltar de lado, Álvaro Hernández, un trabajador de base de 38 años de labor, fue alcanzado e impactado contra la pared. De inmediato uno de los pistoleros de apellido Barragán se acercó a Álvaro y le dio un tiro en la cabeza.
Cuenta Paco Ignacio Taibo II, en su crónica “Décimo Round”, que en ese momento el patrón Rafael Jiménez gritaba: “¡Disparen! ¡Mátenlos a todos!” Así se desató una balacera de parte de los “rompe huelgas”, mientras otros más golpeaban con palos y varillas a los trabajadores.
Los trabajadores decidieron dejar pasar a los agresores, y ante los amagues con ametralladoras únicamente se dedicaron a cercarlos. Mientras, en el piso, yacía muerto por una bala Jacobo García, un obrero de 35 años que fue trabajador de Pascual y que había sido despedido injustamente un mes antes.
El asesinato de trabajadores en este conflicto obrero-patronal cambió la dimensión de esta lucha, se pueden aguantar denostaciones, mentadas y hasta golpes. Sin embargo, cuando la muerte se hace presente de una manera tan vil, tarde o temprano un hecho así resulta irreconciliable. Un día después de los sucesos 8 mil trabajadores protestaban ante el procurador del Distrito Federal.
Intentos de un arreglo sindical
Tras la firma de un convenio se reanudaron labores el 19 de junio de 1982, el documento avalado por la Secretaría de Trabajo además del 50% de salarios caídos, incluía e reparto de utilidades y ofrecía 400 mil pesos a los familiares de los compañeros asesinados.
Mientras el patrón se mantenía prófugo acusado de los asesinatos, la tensión seguía en las actividades laborales, puesto que trabajadores y algunos agresores tenían que laborar juntos. Poco a poco la participación sindical de los trabajadores logró deponer a algunos dirigentes que no defendían las causas de los trabajadores.
Una lucha prolongada
Algunas veces a base de dinero, otras con promesas de trabajado sindical, o bajo amenazas, se buscaba separar el movimiento de trabajadores. Para julio vuelven las maniobras patronales y trabajadores son cambiados de zonas y rutas desiguales que violaban el contrato colectivo.
Aunque la producción no se detiene, los trabajadores repartidores se niegan a salir, tras dos días la calma regresa cuando la empresa propone un convenio que fija las comisiones iguales al año anterior. Esa es sólo una victoria parcial, días después a 96 trabajadores se les retira su tarjeta para checar y responden con un movimiento de brazos caídos, es decir mantenerse en sus lugares de trabajo sin actividad.
Para agosto, mil 645 trabajadores son notificados que están despedidos, las trabajadores forzan al sindicato, el 2 de septiembre se emplaza a huelga, y poco después los trabajadores deciden dejar el sindico de la CTM y afiliarse al sindicato de la CROM.
1984 La resistencia
Lo que siguió a los trabajadores en los próximos años fue una lucha de vaivenes, de estira y afloja de marchas y de resistencia. Fueron varias huelgas, fueron varios los golpes en enfrentamientos con la policía, fueron innumerables las manifestaciones en instancias gubernamentales como la Secretaría del Trabajo.
El conflicto con el dueño de Pascual se agudizaba, pero la creciente lucha se sostenía de brigadas de boteo, también de la solidaridad de sindicatos, organizaciones sociales y ciudadanía que veía como legitima la lucha de “Los Pascuales”.
Luego de que la Junta de Conciliación conminara a la empresa Refrescos Pascual a reabrir y dejar una fianza por varios millones, o, a pagar a los trabajadores 240 millones de pesos, la empresa se negó a reabrir negociaciones con los trabajadores.
Así el 10 de febrero del 1984, Pascual fue embargada por los trabajadores y quedaba esperar a que el ritmo legal se sincronizara con la realidad. El 6 de julio de ese mismo año, los bienes fueron rematados y la Junta Federal adjudicó las fábricas a los obreros. Ahora los trabajadores pasaban a ser los dueños formales de la empresa, de las marcas y las patentes.
Hora de echar a andar las máquinas
La asesoría del luchador social Demetrio Vallejo desde el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) fue fundamental para a clarificar el objetivo.
Fue a finales de 1984 cuando quedó conformada la Cooperativa Trabajadores de Pascual, tuvieron que pasar meses para que esta lograra funcionar. Había llegado el tiempo de dejar las calles, los mítines y el boteo, el arranque fue posible gracias a apoyos importantes como el del STUNAM, quién se solidarizó con un millón 450 mil pesos.
A tres años de lucha y el asesinato de sus compañeros, el 27 de mayo de 1985 se puso en marcha aquel monstruo de 33 mil metros cuadrados. Se rehabilitaron los talleres mecánicos, se fijaron los salarios parejos, se echaron las máquinas a andar y salieron las primeras unidades a distribuir la pulpa social.
La lucha desde el trabajo
Con poco tiempo para saborear la victoria la lucha sólo cambio de pista, pues “Los Pascuales”, no obstante de tener problemas suficientes como el de reabrir los flujos de distribución, a la vez tuvieron que lidiar con su ex-patrón que les peleaba el mercado de manera desleal.
Aunque Jiménez no podía usar la marca, buscaba invadir las zonas de distribución a nombre de la ahora cooperativa Pascual. Con muchas ofertas, mucho trabajo voluntario de fines de semana, con ingresos bajos, de poco en poco la cooperativa fue ganando terreno y confianza.
Litigio
Aunque la posesión de los terrenos de las plantas en el inicio fue pacífica, en 1989 se desató un litigio por los terrenos iniciado por el ex-dueño de Pascual y continuado por su esposa. En un largo juicio el fallo fue en favor de los demandantes.
En 2003 el GDF promovió y decretó la expropiación de los predios de Pascual que se sustentaba jurídicamente en la naturaleza social y colectiva de la cooperativa. Sin embargo, tras la impugnación, la Suprema Corte de Justicia de la Nación echó por tierra el Decreto de Expropiación del GDF.
Aunque la cooperativa realizó una estrategia de lucha de la cooperativa en donde se hizo patente el apoyo del sector social de la economía. Tras veinte años de lucha jurídica en tribunales por la posesión de los predios, en 2009 “El Pato” entregó los inmuebles a Olivia Jiménez, hija del alguna vez patrón.
Pascual no se quiebra ni se vende
Durante el tiempo del largo litigio por los terrenos en donde estaban las plantas, “Los Patos” consolidaron la estrategia para construir una alternativa a las plantas en la capital. En 1993 se inauguró la planta en San Juan del Río, Querétaro. Casi una década después la Cooperativa de Trabajadores de Pascual comienza la construcción de otra planta en Tizayuca Hidalgo, esta es inaugurada con bombo y platillo en el año 2004.
Con el logro importante de construir sus plantas, la cooperativa tiene que enfrentar algunas escaramuzas en la guerra por la venta de jugos y refresco. En 2005 la presidencia de Pascual salió a aclarar que la cooperativa no estaba en venta, ni estaba en quiebra. Pues se corrió el rumor de que la empresa estaba quebrada.
Esto coincidía con los coqueteos que la empresa refresquera dominante en el mercado hacía a la cooperativa Pascual. Aunque en ese tiempo los reales competidores eran otras empresas de jugos, años más tarde la gigante transnacional consolidaría la compra de las empresas del sector de los jugos y néctares. Dejaba claro que la competencia en los refrescos y jugos era una sola.
Aún con todo esto “los Patos” dicen: “Pascual no se vende”.
A 30 años de echar a andar sus máquinas
Quizá el último revés con el que ha lidiado la cooperativa, es el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que comenzó a aplicarse a las bebidas azucaradas el año pasado y que mermó en cerca del 14% sus ventas.
A treinta años del arranque de la cooperativa, hoy tiene ventas totales anuales por unos 3 mil 750 millones de pesos, cuenta con tres plantas en Querétaro, Hidalgo y Sinaloa; así como 25 sucursales y 39 centros de distribución.
Este año han anunciado que se ha ganado el litigio que le impedía exportar sus productos a los Estados Unidos, en donde esperan reactivar su comercialización. A la vez están en la búsqueda de exportaciones a países europeos como Italia, Holanda, Francia y China.
Para “El Pato”, desde la parte comercial su desafío es el mantenerse entre los gigantes refresqueros en la competencia diaria y la innovación de productos. Desde la perspectiva de la empresa cooperativa, quizá su principal reto sea el de mirar su valioso pasado de lucha al mismo tiempo que mantiene su presencia social.
Foto: Archivo de la Cooperativa Trabajadores de Pascual