Miss Bolivia en la lucha obrera latinoamericana.
A Ingrid Koester se le recuerda en la cooperativa Pascual por ser la persona que ideó la donación colectiva de artistas plásticos que fue la semilla de la Fundación Cultural Pascual y por haber ganado un certamen de belleza en su natal Bolivia con sólo 20 años.
Pero además, a decir de Valentín Bautista, primer presidente de la fundación, “ya habría que hacerle justicia”, pues la boliviana incidió directamente para que el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) donara el dinero necesario para echar a andar la cooperativa.
Aquella fría madrugada
Treinta y tres años han pasado de aquella madrugada del 3 de julio de 1988 cuando a la altura de Guadalcázar, San Luis Potosí, una carretera congelada provocó que, derrapara primero y volcara después, la camioneta en la que viajaban Ingrid Koester y tres “pascuales”, Francisco Santillana, Nicolás López y el mismo Valentín, trabajadores de la cooperativa Pascual, “la que tanto quiso Ingrid y ayudó a forjar”. Así la recuerda Juan Manuel Albarrán, pareja en ese momento de la mujer boliviana.
Regresaban de una doble misión en Ciudad Acuña, Coahuila. Por un lado, abrir el mercado norteño con la intención de exportar los productos de Pascual, por otro, una misión personal de Ingrid vinculada a su hijo Federico. El mercado se abrió de la mano de un empresario local, Sergio Archie, “quien siempre le hizo la lucha frontal a Coca Cola”, pero la exportación no pudo concretarse de momento.
Más de mil personas despidieron a Ingrid en los velatorios del ISSSTE de San Fernando en la CDMX, dos gobernadores y el polémico secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios estaban presentes. Los pascuales absorbieron todos los gastos en la pérdida de la joven de 38 años. El deseo reiterado de Ingrid, recuerda Juan Manuel, era ser cremada y esparcida en forma de polvo por el campo, su último exilio.
Los motivos de Ingrid
Hija de alemanes refugiados en Bolivia, Hermman Koester y Lila Urioste, Ingrid Koester estuvo dos veces exiliada en México. La primera de 1971 a 1977, y la segunda de 1981 hasta su partida final.
Para entender los motivos de Ingrid situémonos en la década latinoamericana de los 60. La Revolución Cubana había triunfado y en respuesta se instalaron varios gobiernos militares para evitar que el fenómeno cubano se repitiera en territorios cercanos a Estados Unidos.
En Bolivia el ejército anunciaba la caída del Che Guevara y varios gobiernos encabezados por militares se sucedían en corto tiempo, hasta que el general Hugo Banzer emite un Golpe de Estado que suprime los movimientos obreros y los derechos civiles.
La pertenencia temprana de Ingrid Koester al Partido Comunista Pro-Chino y su actividad en la Central Obrera Boliviana, hacen que luego del golpe de Banzer en agosto de 1971, se refugie en la embajada mexicana y en septiembre vuele a México para evitar la represión o muerte.
En medio de la diáspora, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se vuelve “un espacio de recepción” de decenas de personas bolivianas adscritas a los partidos de izquierda, define el investigador Eusebio Andújar de Jesús. De 1971 a 1977 más de 100 exiliados llegaron a la UNAM provenientes de ese país, entre ellos Ingrid Koester y su esposo Fernando Arauco, recupera el académico en la publicación “Exiliados bolivianos en la UNAM”. En México nace su primer hijo, Antonio F. Arauco Koester.
En ese primer exilio Ingrid se incorpora como secretaria del antiguo sindicato de profesores de la UNAM, hoy el STUNAM. En ese periodo nace su hijo Federico Pérez Koester. Pero la vena boliviana late fuerte y algunos cambios en su país, indicios de aperturas políticas, decretos de amnistías, reconocimiento a los sindicatos y partidos, hacen que regrese en 1977. Muchos exiliados retornaron a Bolivia motivados por esos aparentes nuevos aires.
Ingrid se vuelve colaboradora cercana de la Central Obrera Boliviana y en 1980 su casa es cateada, donde se transmitía la radio clandestina de los obreros. Ante los acontecimientos, Koester se exilia nuevamente en México y el STUNAM le vuelve a abrir las puertas en 1981.
Los queridos Pascuales
La lucha de los trabajadores de Refrescos Pascual se cruza en la vida de Ingrid. “Los conoce un día que se suben a botear al transporte público camino a la UNAM. Había dos obreros, a uno le decían el poeta porque apenas balbuceaba”, su compañero Juan Manuel Albarrán recupera el pasaje. Su pasado ideológico y en el movimiento obrero logran ese vínculo fuerte y solidario entre Ingrid y “Los Pascuales”, dice Albarrán.
En 1985 se habían ganado los laudos, los pascuales habían triunfado en la huelga de tres años, había que conseguir capital de trabajo. “Después de más de 800 días de tener la empresa parada era impensable arrancar si no teníamos los recursos a pesar de que el Gobierno Federal nos había dicho que si nos constituíamos en cooperativa tendríamos las facilidades administrativas y económicas para comenzar, cosa que nunca ocurrió”, recuerda Valentín Bautista.
Entonces surge la idea de la convocatoria a los artistas plásticos para donar obra, subastarla y obtener los recursos. “Ahí es donde entra la compañera Ingrid Koester porque ella tenía una presencia no solamente en el mundo sindical, sino también en el mundo cultural”, prosigue Valentín.
Pinturas y más pinturas
Raquel Tibol, la crítica de arte, le abre muchas puertas a la boliviana. Con las gestiones de Ingrid, acompañada de comisiones de pascuales, se obtienen donaciones de artistas del Salón de la Plástica Mexicana, del Taller de Gráfica Popular, la Escuela de Pintura La Esmeralda, la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y de artistas independientes. Se organizan dos exposiciones, la primera en marzo de 1985 en el Museo del Carmen, y la segunda en julio con alrededor de 600 obras en el Palacio de Minería.
En el libro “Memorias de Pascual” el asesor sindical, Dionisio Noriega, realiza un retrato de Ingrid de un sólo trazo: “y en lo que son peras y manzanas, se da a la tarea de conseguir, de irle a tocar las puertas a los pintores y a meterse, y más como era muy agradable, muy atractiva, lograba que rápido le abrieran las puertas y, ora cómo que no: pinturas y pinturas. De hecho, todas las obras de la Fundación Cultural se deben a que ella estuvo haciendo esa labor”.
José Luis Cuevas, el renombrado artista plástico mexicano, llevaba dándole largas a los trabajadores de Pascual en varias visitas. Mas Ingrid, desparpajada y suelta, sabedora que Cuevas había intentado cortejarla, “se levantó y le dijo: si no quieres donar obra tú te lo pierdes, la mayoría de los grandes artistas han donado”. Y con cajas de Boing en los brazos, Cuevas donó ese día dos obras. Es el recuerdo de Juan Manuel Albarrán.
Justicia para Ingrid
El éxito solidario fue un fracaso económico, las obras recaudadas no se vendieron, algunas regresaron a los artistas y otras se volvieron acervo para la Fundación Cultural Pascual. Mas ocurre el suceso trascendental para el arranque de la cooperativa, la asamblea del STUNAM decide donar un día de salario de cada trabajador para juntar el capital de arranque.
Valentín Bautista destaca que hacerle justicia a Ingrid Koester es darle el crédito de ese logro. Evaristo Pérez Arreola, secretario general del sindicato, entrega un cheque por 1 millón 400 mil pesos que recibe Filiberto Bucio, primer presidente de Pascual. Con ello y una producción embodegada circuló nuevamente la bebida, ahora gestionada por los cooperativistas.
El último viaje de Ingrid Koester fue su regreso del exilio. Rudolf Federico Koester Urioste, su hermano, viajó de Bolivia y pidió que la urna con las cenizas no fueran esparcidas en el campo, sino que fueran devueltas a su natal Cochabamba. Así se hizo.
Fotos: cortesía de Federico Pérez Koester, Antonio Arauco Koester y Juan Manuel Albarrán.
Serie 30 Años de la Fundación Cultural Pascual