Gabriela Medina Tapia
Doctorante en Economía Social Solidaria, DIESS UACh
Hablar de cooperativas culturales es hablar de proyectos de vida que apuestan por el trabajo organizado desde formas que cuestionan la inercia mercantil del sistema económico actual, por ello es importante indagar en sus características, a modo de distinguir la forma en que pueden contribuir a construir un mundo mejor.
Si bien se reconoce el auge y participación de las cooperativas culturales de manera inter-cooperativa o mediante redes en la Ciudad de México (CDMX); es necesario señalar que hay diversas fuentes de motivación para su conformación. Por mencionar algunos ejemplos, por un lado se encuentran casos de colectivos culturales que han tomado impulso económico de los programas sociales emitidos por instancias estatales. Ya sea, a través de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo (STyFE) para apalancar su formalización como cooperativas y adquirir más instrumentos de trabajo, o mediante espacios de formación, asesoría y capacitación desde la Secretaría de Cultura a nivel CDMX, entre otras instituciones que han volteado a ver las necesidades del sector.
Resulta valioso el acercamiento que han tenido dichas instancias a este tipo de cooperativas, pero aún falta profundizar en las condiciones del sector y la diversidad de bienes que ofrecen por parte de otras instituciones académicas, gubernamentales y del sector social.
Por otro lado, también existen cooperativas culturales cuya motivación para constituirse viene de la afinidad con el movimiento, y de una ideología que resiste a las dinámicas actuales de plataformas que suelen homologar la oferta de contenidos.
Ya sea desde la formalidad de una filosofía como el cooperativismo, que históricamente ha impulsado la conformación de escenarios donde prevalece el bienestar centrado en las personas, o mediante la práctica de sus valores, una de las grandes interrogantes para quienes laboramos o estudiamos el amplio abanico de actividades que realizan, es ¿cómo sus integrantes pueden beneficiarse del trabajo colectivo mientras cultivan esperanza, nuevas visiones y realidades colectivas en la sociedad?
El sector cultural se ha enfocado en la creación, promoción y salvaguarda de saberes, tradiciones y el respeto a la diversidad
Es decir, por un lado el sector cultural se ha enfocado en la creación, promoción y salvaguarda de saberes, tradiciones y el respeto a la diversidad; subrayando desde este último, las formas de expresión artesanal, comunitarias o colectivas que también pueden decidir ser parte de los múltiples lenguajes del arte. Sumado a ello, referir a las cooperativas culturales alude a grupos de personas dedicadas a la producción de bienes y servicios desde diversas disciplinas y quehaceres artísticos, que incluyen labores humanísticas, de comunicación y administrativas, que no siempre realizan tangibles e intangibles con fines mercantiles. Sus creaciones no suelen enfocarse en recibir una remuneración económica directa del público final, al depender de convocatorias, licitaciones, o apoyos indirectos.
A diferencia de las industrias culturales, desde las cooperativas de corte cultural se persiguen otras metas que van más allá de la acumulación de ganancias, pues su objetivo es comunicar desde la diversidad de lenguas, imaginarios y visiones inter-generacionales en los medios actuales. Han sido muestra de identidad y arraigo a las múltiples formas de interactuar con el mundo a manera de resistencia, sincretismo o crítica a la forma en que el entretenimiento opaca la fuerza de una cultura de paz no terminada; buscando, de manera colateral, influir en los patrones de consumo desde otros sectores y hábitos de convivencia. Es decir, las acciones culturales de este tipo de cooperativas pueden vincularse con otras actividades económicas emergentes en la ciudad, como el turismo comunitario, mediante iniciativas que respeten el contexto donde se desarrollan y buscando sostenibilidad.
Asimismo, se ha visto que estos proyectos tienen la capacidad de generar otros caminos de encuentro para el desarrollo humano y la emancipación de la sociedad. Pues en contraste a las industrias culturales contemporáneas, y las tendencias de fugacidad que persiguen, han encontrado formas locales de diálogo para cuestionar la esencia de las narrativas actuales.
Se busca preservar saberes que activan valores de convivencia afines a la Economía Social y Solidaria
A lo largo de las últimas décadas, estas cooperativas han generado otro tipo de acercamiento a la ciencia, reconexión con el territorio, la tierra y el medio ambiente. De modo que, las relaciones con dicho entorno pueden modificar el tipo de cuidado personal y colectivo que suelen desarrollar quienes abordan actividades artísticas, incluso para generar consciencia respecto a ámbitos culturales más específicos, por ejemplo: la cultura de la alimentación. Al mismo tiempo, desde las múltiples labores de estas cooperativas, se busca preservar saberes que activan valores de convivencia afines a la Economía Social y Solidaria.
La fuerza colectiva que reposa en la toma de decisiones, permite replantear horizontes cuando nos referimos a la construcción de un mundo mejor
Desde su quehacer cotidiano, ha sido pertinente apostar por nuevas formas de convivir, donde la voz, participación, horizontalidad y la fuerza colectiva que reposa en la toma de decisiones, permite replantear horizontes cuando nos referimos a la construcción de un mundo mejor.
Aunque se puede retomar de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Área de Atención a Proyectos de la Economía Social y Solidaria la aproximación y clasificación que se hizo desde 2019, sobre las cooperativas culturales, centrándolas en la divulgación, producción creativa, y la mediación e intermediación (ENTS UNAM y SECULT, 2021), cabe señalar que el impacto que han generado aun es poco valorado por el Estado, y presenta un escenario de incertidumbres para el sector.
Para seguir indagando en las actividades que han puesto en marcha estas cooperativas, resulta útil retomar su aportación en fines más concretos durante momentos de crisis, como la forma en que contribuyeron a la salud mental y el cuidado de personas en vulnerabilidad. Entre dichos momentos, destaca la pandemia por Covid 19 y la manera en que formaron parte de la atención psicológica a distancia, clases virtuales, o la organización de eventos de solidaridad para aquellas personas que perdieron sus empleos en el sector cultural, turístico, y de alimentos y bebidas, principalmente.
Otro escenario de crisis más reciente, las ha hecho centrar su apoyo en organizaciones que buscan sensibilizar sobre el genocidio en Palestina, a través de la difusión y gestión de espacios. Pues existen organizaciones como BDS México o Palestina Mx, que han promovido campañas de boicot, información para la modificación de hábitos de consumo y desinversión. Este apoyo se ha visto en casos de cafeterías, chocolaterías y espacios de consumo de alimentos, que cuentan con foros y escenarios de difusión en donde se han generado círculos de lectura, ciclos de cine, o eventos conmemorativos para compartir parte de la cultura y sentir de Palestina.
Entre las producciones del universo actual de las cooperativas culturales en la CDMX, se encuentran: piezas musicales, obras de teatro y propuestas escénicas, creaciones literarias de interés común, o centradas en temas especializados que retoman ilustraciones de artistas independientes, piezas escultóricas con fines estéticos o de utilidad para el sector salud.

Han propiciado cercanía e integración de grupos vulnerados por el sistema, y contrarrestan sus condiciones a través de la enseñanza, creación y venta de artesanías; donde participan personas de la tercera edad y mujeres que retoman símbolos y materiales representativos de sus comunidades. También, se presentan casos de reinserción laboral para grupos que han sido excluidos por sus condiciones psicosociales, que se suman al cooperativismo cultural con productos ornamentales basados en técnicas de vitromosaico, talabartería y grabado.
Al igual, hay otras propuestas más especializadas que desarrollan talleres multidisciplinarios a través de las artes; tanto como, narrativas transmedia para la preservación de lenguas indígenas, o con fines de divulgación en torno al sincretismo cultural de distintas comunidades. O bien, casas de cultura y escenarios abiertos, que se reconocen como independientes, donde se retoma el valor de la cultura de barrio y comunitaria, entre otros ejemplos.
No se ha valorado de manera suficiente el tiempo, dedicación y conocimientos detrás de cada disciplina
En las cooperativas culturales es importante el profesionalismo y la constancia para la creación de bienes materiales e inmateriales que impacten la vida social; sin embargo es común que socias y socios dependamos de múltiples trabajos para complementar los ingresos. No se ha valorado de manera suficiente el tiempo, dedicación y conocimientos detrás de cada disciplina. Se requiere poner en la balanza las prioridades de los trabajadores de la cultura para hablar de una verdadera “reproducción de la vida”, como lo plantean Hinkelammert y Mora en “Por una economía orientada hacia la reproducción de la vida”. La burocracia y las condiciones de precariedad laboral para el sector, impactan tanto a nivel individual como colectivo, esto dificulta defender la cultura como un derecho y cuestionar a quienes les corresponde garantizarlo.
A pesar de generar una oportunidad de encuentro y hacernos sentir parte de una comunidad creadora con una amplia propuesta cultural, en la que, de acuerdo al Diagnóstico Cooperativas Culturales de la Ciudad de México del 2021, podríamos ubicar al menos a 114, es necesario marcar algunos retos que atraviesa el sector.
Entre ellos están la búsqueda continua de convocatorias, estímulos fiscales y convenios presupuestales. Lograr esquemas de contratación digna que reconozcan la aportación a los cuidados y cultura de la paz. Conseguir libertad de agencia e integración al catálogo cultural a nivel local, sin poner en riesgo su autonomía y estilo de creación. Analizar la competencia estatal para garantizar derechos culturales como la identidad, diversidad, libertad de innovación y emprendimiento de proyectos, iniciativas y propuestas culturales y artísticas, entre otros.
Estos y otros temas, posibilitan crear una agenda común con el estado para asumirnos como parte de una cultura viva y de manera colateral, orillarnos a pensar la forma en que las cooperativas culturales permiten abrir otras posibilidades de diálogo con el mundo, participar en los cambios sociales, políticos y ambientales, o preguntarnos si en ellas encontramos alternativas más creativas para seguir confiando en la otredad, incluso en momentos de crisis.
Otros trabajos de la serie:
¿Las cooperativas construyen un mundo mejor?
Retos y desafíos de la Economía Social en México
Reflexiones en ocasión del año internacional de las cooperativas
La universidad pública debe volcarse al Sector Social de la Economía
Mujeres, cooperativas y colectivas solidarias. Una mirada feminista
Identidad y regulación de las Sociedades Cooperativas de Ahorro Préstamo
¿Las cooperativas construyen un mundo ecológico?
Cooperativismo, una alternativa frente a la mercantilización de la vivienda
































