Tiempo de ser cooperactivistas

0
292

Dr. David Monachon
Comisionado en la Universidad Autónoma Metropolitana – Lerma

La resistencia contra el capitalismo y su globalización se ha convertido a lo largo de este primer cuarto del siglo XXI en una marejada de iniciativas que buscan construir alternativas al sistema operante y de toda forma de explotación y de dominación. El “desarrollo” traducido por los progresos relacionados con la modernidad y la industrialización parecen habernos llevado a una deshumanización, una pérdida de capacidad de cohabitar con otros seres vivos, incluida nuestra especie, sin destruir los hábitats, y mecanismos diversos de acumulación de capital por desposesión. A la vez que se propagó una cultura de la escasez donde los deseos son infinitos como si no existiera limites planetarios y donde las “necesidades inventadas e ilimitadas” se pueden comprar.

Sin embargo, como bien lo comentaba Aníbal Quijano a inicios de este siglo, no es tan fácil construir alternativas al capitalismo sin usar las mismas herramientas del capitalismo. El modelo cooperativo – como otros vinculados a la construcción de “otras economías” – no ha estado exento de esta situación. Salir de las dinámicas de mercado, construir estructuras organizativas más horizontales y democráticas, a la par de alejarse de un sistema productivo capitalista en su fase neoliberal, depredador para los medios naturales en el marco de luchas diversas por la justicia; es la ambición revindicada por numerosas de esas iniciativas “alternativas” y puede aparecer como la misión imposible frente a un mundo y un Estado cada vez más controlado por el poder corporativo.

Ahora bien, si el Estado y su economía están imbricados en esa modalidad capitalista, hoy en día se articulan diversidad y multitud de sujetos y sujetas en torno a redes de colaboraciones solidarias cuyo hilo conductor se enfoca en la (re)construcción de vínculos comunitarios entre las personas y el fortalecimiento de las capacidades de cooperar, intercambiar y experimentar desde la autonomía. El sector alimentario puede ser un buen escenario para observar dichas luchas y propuestas desde la agroecología y reexaminar ese término del cooperativismo en pleno 2025, en el marco de su año internacional.

En efecto, la alimentación es un fenómeno histórico y trascendental en la evolución de la humanidad, donde sin ninguna duda la cooperación jugó, juega y jugará un papel fundamental, a la par de ser un fenómeno con fuerte poder articulador y de transformación social a nivel del individuo y de la sociedad. Las luchas por la soberanía alimentaria se vinculan con esa intención de recuperar el control sobre las formas de producir, transformar, intercambiar y consumir los alimentos.

En este contexto, la agroecología no es un simple conjunto de prácticas productivas ecológicas, es todo un sistema de alianzas y cooperación de una diversidad de personas actoras que colaboran para hacer posible la construcción de nuevas realidades vinculadas a nuestros sistemas alimentarios en oposición a la agroindustria y políticas gubernamentales, a menudo extractivistas y capitalistas. Las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) son expresiones de esas luchas y construcción de nuevos caminos desde la economía solidaria para revalorar la importancia de una alimentación justa, sana, adecuada y libre de explotación. Los mercados de productores, cooperativas, grupos de consumo y otras iniciativas de RAA como los acuerdos de Agricultura de Responsabilidad Compartida (trataremos de esas ARC a continuación) representan esa diversidad de formas de articulación entre consumidores y productores en transición agroecológica a través de procesos autogestivos y de cooperación.

No obstante, como se ha planteado al inicio de este texto, construir alternativas desde la alimentación, fuera de las lógicas capitalistas y (re)aprender a cooperar en torno a la alimentación en el marco de un cuestionamiento amplio sobre lo que estamos comiendo, es todo un reto. ¿Cómo pasar de la facilidad de comprar productos que el capitalismo “ha vuelto necesarios” como los Objetos Comestibles No Identificados (OCNIs), por ejemplo, el refresco y paquete de botanas ultraprocesado que han reemplazado a las frutas y botanas de maíz nativo, a una alimentación en la cual he cooperado a producir en algún momento de la cadena?

La Agricultura de Responsabilidad Compartida (ARC) es una alternativa de producción y consumo donde las personas consumidoras se comprometen a apoyar una unidad de producción compartiendo los riesgos y beneficios de la producción de alimentos. Este tipo de colaboraciones puede también identificarse como Comunidad que Sostiene la Agricultura (CSA) y se centra en la producción agroecológica de alimentos para abastecer a una comunidad local. Pueden ser muy diversas en relación con el tipo de alimento (hortalizas, carnes, lácteos, mieles, bebidas, etc.) y las modalidades de organización interna del grupo.

Foto: Redes Alimentarias Alternativas.

En el caso de la iniciativa Altepetl Tlaocentli, o “Comunidad de la Tierra del Maíz”, se unieron varias personas consumidoras para sembrar y hacer milpa en común con un productor en la alcaldía de Tlalpan, CDMX. El principio es relativamente sencillo: colaborar entre todas las personas participantes económicamente y en las labores, aprender en conjunto el cultivo de la milpa y prácticas agroecológicas y convivir en el marco de los trabajos colectivos. Participan integrantes de diferentes edades, experiencias y conocimientos y saberes no necesariamente conectados al mundo agrario, pero en constante diálogo, y a veces en contradicción, en un contexto urbano-rural.

Esta iniciativa no tiene figura legal, ningún respaldo institucional, sino que es el fruto de una iniciativa ciudadana, promovida desde el movimiento de las Redes Alimentarias Alternativas, entre personas con preocupaciones vinculada en la alimentación, con poca práctica de las realidades del campo y producción alimentaria desde lo vivencial, que han podido consumir el producto de su trabajo cooperativo: tortillas de maíz nativo y otros derivados productos de su labor.

El reto mayor de este tipo de iniciativas es recuperar la consciencia de lo que cuesta producir alimentos de calidad y saludables a la par de hacer posible el acceso a dichos alimentos. Esto requiere cooperar mucho más allá de la compra, lo que habrá en el refrigerador al final dependerá de estas labores colectivas y, por supuesto, de las condiciones ambientales. Esto nos permite hacernos aún más conscientes del mero consumismo per se, ya que las necesidades inducidas por el capitalismo tapan a menudo de la vista las condiciones de producción reales y los riesgos relacionados con ésta.

Este ejemplo en curso de consolidación en la Ciudad de México (ya está en su cuarto ciclo), del mismo modo que otras iniciativas de Redes Alimentarias Alternativas, iniciativas agroecológicas y cooperativistas, son una invitación al “cooper-activismo”, es en la acción que podremos realizar esa transformación social a través de la comunalidad y la pequeña escala. A la diferencia de lo promovido por el sistema operante y el Estado donde hay que crecer, crecer, crecer, considero que es bueno retomar lo expresado por Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Así, cerremos este texto más allá de los discursos, podemos tomar la conmemoración del año internacional del cooperativismo como un llamado a la acción colectiva a partir de la práctica cotidiana del cooperativismo, acciones pequeñas pero armonizadas hacia la construcción de un mundo mejor.

Otros trabajos de la serie:

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor deja un comentario
Por favor ingresa tu nombre