Su actividad se ha convertido en una forma de resistencia a megaproyectos.
Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 11 de abril de 2017
La abeja melipona, oscura, muy pequeña y sin aguijón, puede avistarse en la Sierra Norte de Puebla, en la Península de Yucatán y en amplias regiones de Brasil y Centroamérica. A partir de mayo trabajará de manera colaborativa (como sólo sabe hacerlo) para la primera cooperativa de meliponicultores: Tosepan Pisilnekmej.
La Pisilnekmej (abejas pequeñitas) se formaliza con 300 meliponicultores, principalmente mujeres, que se han organizado desde 2003 en varias comunidades de Puebla y Veracruz al abrigo de la unión de cooperativas Tosepan Titataniske.
A lo que se han dedicado estas mujeres de la sierra masehual-totonakú es a la crianza de abejas meliponas, es decir a la meliponicultura, y a la cosecha de miel virgen, polen, cerúmenes y propóleos. Juntas cosechan hasta 4 mil litros en sus 5 mil módulos meliponarios.
Con ello han conservado una tradición ancestral de tiempos prehispánicos, pero además, con innovación tecnológica, le han dado un valor agregado a los productos de la miel y este año pueden obtener un ingreso de 500 pesos por litro acopiado.
En el 2011 Cuetzalan fue nombrado Santuario de la Abeja Pisilnekmej por mantener la cosecha de miel como herencia cultural y única sobreviviente en todo el país.
Meliponicultura
La crianza de meliponas parte de tenerlas en ollas de barro (meliponarios), cerca de las casas y con una batería de flores y vegetación inmediatas, pues al salir a pecorear, no viajan más de 500 metros.
“La meliponicultura era trabajada por los mayas y aztecas, pero en la sierra nororiental somos descendientes de nahuas, de mexicas, por eso se conserva el trabajo de las abejas en ollas de barro”, relata María Luisa Albores, asesora de la Tosepan e iniciadora del proyecto Pisilnekmej.
En la Tosepan el tema de la conservación de estas técnica de crianza de abejas está tan presente que incluso en la escuelita, los niños tienen un módulo meliponicultor para que convivan y se hagan responsables de sus melis.
Al describir cómo la Tosepan Pisilnekmej ha usado las innovaciones tecnológicas, María Luisa relata que el grupo original (que no pasaba de 30) se asesoró con especialistas y con universidades como la Autónoma de Yucatán y la Benemérita de Puebla, y con ellas encontraron las formas “más correctas de transferencia” o cosecha.
Por ejemplo la higiene, los cortes de las ollas, la separación de los productos, el uso de mallas para evitar contaminaciones físicas, fueron incorporados en sus procesos para lograr una miel virgen. Otras innovaciones fueron la construcción de módulos con ollas y el resello de éstas con cera y ceniza para que la crianza continúe. Con estos procesos han logrado hasta dos cosechas anuales.
Ingreso digno
En la Tosepan se encuentra un laboratorio donde se hacen estudios y se procesan varios productos de miel como las de líneas cosméticas y las de nutrición. Ahí la cooperativa hermana, Masehual Sikahualis, la encargada de comercialización, realiza el acopio y pago a meliponicultores.
Cuando iniciaron la cosecha de miel, en 2006, las meliponicultoras, acopiaban el litro en 30 pesos “y era bien pagado”, dice María Luisa; pero de acuerdo a sus cálculos este año y en 2018 se podrá llegar a obtener un precio de hasta 550 pesos por litro. ¿Cómo ha sido posible?, se le pregunta. El laboratorio, es la respuesta.
“Al momento de entregar la miel se recibe en un precio base de 350 pesos, posteriormente, cuando se procesa en laboratorio y se venden los productos -al año siguiente- pueden lograr un alcance de hasta 150 o 200 pesos por litros. En total la cosecha estaría pagada en 500 o 550 pesos por litro”, explica.
Con la miel, la cera, el propóleo y el polen, el laboratorio procesa desde jabones, champús y cremas, hasta complementos alimenticios, vitaminas y antibióticos. Las líneas cosméticas se manejan con precios altos en el mercado y la miel virgen de melipona, por sus propiedades, se llega a vender hasta en 800 pesos el litro en algunas zonas, describe Albores.
Cooperativa de mujeres
El hecho de que sean 80% de mujeres en Pisilnekmej tiene una explicación a partir de la cosmovisión del pueblo masehual.
“Se considera que las abejas son muy energéticas, cualquier panal ya sea de avispa o de abeja no se tiran porque se considera que esa casa tiene muy buena energía, y en el caso de las abejas tiene varios rituales”, dice María Luisa.
El ritual más fuerte se da en la cosecha, explica, cuando se abre una olla de barro y hubo escasa producción, “se dice que no existe equilibrio ni armonía en esa casa”, entonces se comenta que existe infidelidad, “por eso los varones no se atreven a tener meliponarios”.
Contra megaproyectos
La meliponicultura se ha convertido también en una forma de resistencia a los megaproyectos.
En la Sierra Norte de Puebla las comunidades enfrentan la intentona de construir una subestación eléctrica que instalaría torres y líneas de alta tensión que atravesarían espacios donde se practican la agricultura y la crianza de meliponas.
“Cuando hay un mega proyecto que incide directamente en tu territorio y en los recursos, ya sea el agua, el aire o la deforestación, repercute en todo”, afirma María Luisa.
En el caso de las líneas de alta tensión el primer afectado será cualquier insecto con antenas, “porque en ellas existe magnetita y ese material es su brújula, es el que los orienta para ir a hacer el pecoreo y regresar”, pero cuando pasan bajo una línea de alta tensión la magnetita se esfuma por las altas ondas electromagnéticas, explica.
“Para nosotros no hay mejor resistencia que seguir siendo lo que somos”, resuelve la ahora socia de la nueva Tosepan Psilnekmej.
La Coperacha