Notas al Pie de un Cooperativista

El verdadero cambio, la verdadera revolución emergerá lentamente del día a día de nuestras prácticas individuales.

Tonatiuh Gallardo Núñez
Coordinador del Colegio de Investigación
Cooperativa Tzikbal
tonatiuh@email.com

CONTEXTO

No hace falta alzar mucho la cabeza para dar cuenta cómo el mundo occidental en su nueva versión de orden global corroe las entrañas de toda sociedad. Las grandes potencias se caen a pedazos destripadas por las otras grandes potencias que, a su vez, no dejan de devorar la carroña que queda de los que vivimos en el sur; y todo ello para poder hacer pálidamente frente a las estructuras imaginarias que han decidido crear y de las cuales depende lo enclenque de sus formas de vida. La temeraria ilusión del mercado no tardó mucho en dar a luz fantasmas terriblemente inmateriales que no sólo consiguieron desolar toda esperanza humana, sino que develaron la cloaca atiborrada de metales sin valor alguno y cuya única función se ha reducido meramente a digerir trabajo y regurgitar papel. Desde que la economía dejó de estar en manos de las mujeres (por aquello del «oikos»), los hombres la convirtieron en su ramera.

NOTAS AL PIE

Ha pasado el tiempo de las grandes revoluciones, de los grandes golpes donde la potencia del pueblo unido bajo un ideal enardecía y derrocaba al tirano, al gobernante, al rey. El sentir pareciera mostrar también que han pasado más de dos siglos desde que los dinamiteros rusos volaban zares por los aires, o los comuneros parisinos vivían sin la necesidad del Estado; no hay que ser ciegos entonces al hecho de que también han pasado los días donde las guillotinas decapitaban a la realeza o donde los campesinos derrocaban imperios. Y si esos tiempos ya sólo adornan el escaparate de la disidencia es en gran parte porque ya no existen reyes, o zares (los tiranos sobran; pero no se necesita de grandes dotes para ser un tirano, un cinismo exacerbado o una escasa cultura es más que suficiente). Lo que resulta más que patente es que el poder ha dejado de encarnarse en algún puñado de hombres merced a la extraña alquimia de la materialización (a pesar de que aun ahora muchos se crean la reificación del poder, bajo el escrutinio de la mirada atenta, se puede dar fácil cuenta de la terrible falta de lucidez de aquellos títeres de débiles nervios). Y es que, hay que saberlo bien, el poder no está ya en un puño que se cierra y se levanta intempestivamente; el poder en la actualidad no necesita de semejantes aspavientos, él ya está impregnado en nosotros mismos, en nuestras relaciones cotidianas, en la forma en la que llevamos nuestra vida y, por tanto, a eso ya no le es necesario ostentarse frente a nosotros ataviado de joyas y con legiones de bárbaros armados a sus pies (se me podrá increpar que ello aun sucede, que todos los días lo podemos presenciar; pero vaya, no es más que una puesta en escena, un agujereado reducto de los viejos días maliciosamente resguardado).

México, sin embargo, no deja de ser un caso peculiar. Aun ahora, no es necesario viajar muy lejos para llegar a comunidades autónomas donde la ley sólo se hace escuchar en la voz de las asambleas populares (sólo hace falta librar el sitio eterno de podredumbre que las rodea). Pero ello no socava lo antes dicho por mí, su existencia no niega que el poder está de hecho en todas partes y que, en cambio, no se encuentra depositado en ninguno de nosotros (la detención viene a ser otra cosa); lo que sí, éstas comunidades representan uno de los muchos ejemplos de cómo en la actualidad aun uno se puede posicionar en la diferencia.

Pero vayamos al grano: ¿Cómo hacerle frente a un enemigo ubicuo e invisible? ¿Cómo destronar al que no necesita de coronas y dones divinos para gobernar? ¿Qué hacer para exfoliarse las escamas del ciego sometimiento? Pero, más importante aun; ¿cómo no volver de ello una imposición?

Bueno, estrategias hay muchas; pero todas ellas se basan en un único principio.

Si antes dije y resulta aceptado que el poder se expresa en nuestras relaciones y nuestra vida cotidiana; qué mejor forma de combatirlo que en nuestras relaciones y en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la primer no grata consecuencia se hace escuchar al instante: el ruidoso activismo que siempre se exteriorizó en lo público ha pasado a ser una militancia dentro del espacio de lo íntimo; la revolución y el cambio no se gestarán en las grandes sociedades organizadas bajo la tutela de un líder (ellas sólo se dedican a cambiar a unos gobernantes por otros); el verdadero cambio, la verdadera revolución emergerá lentamente del día a día de nuestras prácticas individuales. Y es que sí, se han acabado los grandes golpes y las grandes victorias; pero aun nos queda la silenciosa pequeñez de nuestros cuerpos y de nuestras vidas. La fuerza de la grandeza ha dejado su lugar a la potencia de las nimiedades; es por ello que ésta nueva revolución no está diseñada para los activistas que buscan los reflectores de la alfombra roja.

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