Centro Cultural, Artesanal e Indígena de la CDMX será una flor multicultural

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En sus pétalos reflejan los pueblos, saberes, construcciones, encuentros y fiesta.


Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 12 de diciembre de 2016

Juana Victoriano, indígena mazahua, llegó a la Ciudad de México para quedarse siendo una niña de 12 años. Antes, sus familiares la traían desde el vecino pueblo de San José del Rincón, Estado de México, a pedir para sus navidades.

Desde entonces Juana se quedó en el primer cuadro de la ciudad para vender artesanías que ella misma producía o comerciar con productos de su comunidad, como lo hacían desde siempre cientos de indígenas en el Zócalo y sus zonas aledañas.

Hoy Juana es la primera presidenta de la asociación civil formada por diez grupos indígenas de diferentes estados que gestionarán y darán vida al primer Centro Cultural y Artesanal e Indígena (CCyAI) de la CDMX, ubicado en pleno Garibaldi, justo atrás del Museo del Tequila.

La plaza indígena
En 2015 una manifestación de indígenas residentes que comerciaban en el primer cuadro de la capital pedía a las autoridades espacios para seguir con la oferta de sus productos. Desde 2007 la política había sido quitar a las personas que vendían de manera informal y trasladarlas a plazas comerciales como parte del programa de reordenamiento. Estas decenas de personas indígenas no tuvieron cabida en ninguna plaza y quedaban vulnerables y sin trabajo.

Posterior a ello se inició un proceso que involucró a la academia, gobierno e indígenas, para dar forma al CCyAI y que aquellos grupos que previo al 2007 habían estado en el primer cuadro le dieran vida.

“Una deuda que hay que saldar”, así calificó Patricia Mercado, secretaria de Gobierno de la CDMX, al hacer un balance del proceso del CCyAI. “Era algo tremendo porque finalmente en el centro histórico los más originarios eran los artesanos. No los estábamos dejando vender y no les habíamos dado la alternativa de una plaza”, explica la funcionaria.

En el CCyAI, ubicado en la calle Honduras, número 17, atrás del Museo del Tequila, las 196 personas indígenas de los grupos mazahua, mazateco, mixteco, nahua, otomí, purépecha, totonaco, triqui, tzeltal y zapoteco, ofrecerán además de sus artesanías, sus saberes y cultura: gastronomía, salud tradicional, lengua y tradiciones.

La Flor Comunal
Acompañados en su capacitación por la Fundación Comunalidad, que preside el oaxaqueño, Jaime Martínez Luna, así como por 16 alumnos de la Escuela Nacional de Trabajo Social, coordinados por la maestra Yesenia Ramírez, los grupos indígenas trabajaron juntos a partir de la metodología de la Flor Comunal.

“Un momento importante fue cuando hicimos la unidad con otros pueblos, cuando hicimos la unidad es como pudimos avanzar porque como persona o un solo pueblo no pudimos avanzar”, recuerda ese arranque Juana Victoriano.

La Flor Comunal es una herramienta propuesta desde los pueblos oaxaqueños donde identifican su formas de vida desde la reciprocidad, la participación por el beneficio común a partir de cuatro elementos como territorio, trabajo, organización y la fiesta.

En este trabajo de casi un año “se dieron cuenta que los pueblos purépechas, triquis, entre otros, tienen similitudes”, describe la maestra de Trabajo Social, Yesenia Ramírez. Observaron por ejemplo, que las decisiones las toman por consenso, añade, “la Flor Comunal fue el vínculo para poder desarrollar sus actividades”.

Juntos, los diferentes grupos indígenas desarrollaron sus propuestas organizativas. Crearon así su flor intercultural o multiétnica: cada grupo desarrolló los pétalos comunales donde representaron sus pueblos, saberes, construcciones, encuentros y fiesta, pero sobre todo sus vínculos con la Madre Tierra, explican.

La solidaridad de los pueblos
La diferencia entre las plazas comerciales de artesanos y el CCyAI es que traen un elemento formativo, de dignificación de su cultura, de su lengua y de apertura a otras visiones, “allá el móvil es vender, acá el centro es la venta pero para manifestarse ellos como pueblos”, describe Yesenia Ramírez.

Fueron capacitados también sobre las figuras jurídicas con las cuáles asumir la titularidad y gestión del centro cultural indígena. Entre ellas se barajaron los pros y contras de las asociaciones civiles, sociedades cooperativas y sociedades en solidaridad social. Finalmente la figura elegida en asamblea fue la AC, pero con la innovación de agregarle un Consejo de Vigilancia (tomado del cooperativismo) en su órgano de administración.

En adelante piensan formar cooperativas ya sea por rubro de producción o por grupo indígena. Eso lo decidirán en asamblea, han dicho.

Además estos diez grupos no se cierran a que otros pueblos participen y se dicen solidarios para ellos. “Esta es la base y se abren las puertas para otros compañeros”, dice Juana Victoriano. Están abiertos a practicar lo aprendido en cuanto al tema de la economía solidaria, lo más parecido a lo que ellos mismos practicaban: el intercambio y el trueque.

La primera águila que bajó en el nopal
A mediados de diciembre las instituciones, entre ellas las secretarías de Gobierno, Cultura, Desarrollo Rural, Turismo, la Autoridad y el Fideicomiso del Centro Histórico, junto con la organización indígena, tendrán un acto simbólico en el edificio, a partir de ahí se realizará una remodelación paralelo a la capacitación en producción para cada grupo, con la idea de que el centro multicultural esté listo en 2017.

Juana Victoriano toma el micrófono y lanza un mensaje en su lengua mazahua. Lo mismo hacen Rosa Elia Martínez, triqui y tesorera del CCyAI, y Gerardo Fajardo, zapoteco y secretario de la asociación.

“Para mi es un reconocimiento para los pueblos indígenas que vivimos aquí en la ciudad, de diferentes lenguas que hablamos. Me siento bien porque ha sido un trabajo, una lucha constante, desde niña hasta este momento de meta y de logro”, afirma Juana Victoriano.

Y reafirma su situación en la historia: “Nuestros abuelos y padres venían a ver el águila cuando se venía a parar, pero la primera vez se paró en mi pueblo, la segunda vez se paró en la ciudad. Muchos venían a ver el águila y por eso es que se hizo el comercio, porque era como un cambio, lo que tú traías se le daba al otro, era como trueque”.

La Coperacha

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