Colectivo Solidario: hacen justicia por compra propia

Cooperativa argentina practica fórmula de consumo que revalora el papel del intermediario.


Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 27 de mayo de 2015

Ninguno es matemático pero en la práctica han creado una fórmula que aplicada en grandes escalas puede generar un cambio de modelo económico.

Bajo el lema de “Hacé justicia por compra propia”, una cooperativa de siete jóvenes argentinos cumplió cinco años de convertir el consumo en un acto político pero también de ofrecer los productos de 30 cooperativas (antiguas empresas recuperadas la mayoría) en un mercadito social, Bonpland, que en sí mismo, es un espacio recuperado en Buenos Aires.

En sus aportes a la ciencia de los números, el Colectivo Solidario junto con sus grupos de consumo, han implementado un modelo matemático sencillito para obtener “precios justos”, en los que adicionan “ahorro colectivo” y revaloran el trabajo del “intermediario solidario”, es decir, de ellos.

La fórmula es: precio justo al productor + 20% del trabajo + 10% de logística + 5% de merma + 10% de gastos fijos, multiplicado todo por el 9% del ahorro colectivo -mismo que se reinvertirá en los grupos de consumo- igual al precio justo.

Los intermediarios necesarios
Sobre el papel de los intermediarios, el Colectivo Solidario sostiene una novedad teórica.

“El rol de la intermediación es denostado en la economía dominante”, suscribe Monserrat Miño del Colectivo, sin embargo, agrega que es necesario construir una intermediación para la Economía Social y Solidaria en la que productores y consumidores puedan beneficiarse, dándole valor a los trabajadores que se encargan de la tarea logística.

Y aquí la novedad: “Las sociedades de consumo en las que estamos inmersos poseen un conjunto de artillerías que juegan en contra de los principios por los que bregamos, es por ello que el rol de la intermediación –la solidaria- excede las tareas administrativas y logísticas, y se inmiscuye en el plano de la transformación cultural”.

Por eso el trabajo del Colectivo no es únicamente logístico, sino que se articulan con los productores y atienden problemáticas concretas como falta de difusión o de comercialización. Así los solidarios agregan a sus servicios la sensibilización, hacer charlas, talleres, difusión, formación de grupos de consumo, es decir, se vuelven multiplicadores.

Desde 2010 este grupo (un documentalista, un comunicólogo, un publicista, un sociólogo, un músico, un artista plástico y una contadora) apoyó el trabajo de las cooperativas que recuperaron sus puestos y fábricas tras ser vaciadas por sus dueños. Ahí se percataron del “cuello de botella” que significa la venta de los productos en el mercado, afirman en entrevista.

En videos subidos a internet se puede apreciar al Colectivo en tareas de trasladar productos directo de las cooperativas a su propio espacio en el mercadito social de Bonpland, participar en ferias y realizar talleres con los grupos de consumo.

“Visibilizamos que era necesario contribuir en la construcción de una masa crítica de consumidores, interesados en modificar el modelo de consumo”, señalan. Como resultado han formado esa masa de consumidores, que al mismo tiempo les provee del sustento económico.

El casting de productores
Muchos, pero no todos, pueden participar con sus mercancías en el Colectivo Solidario. Actualmente trabajan con 30 cooperativas y empresas familiares ofreciendo entre 160 y 200 productos que varían de acuerdo a la estación del año.

Un criterio del casting para aparecer en los aparadores del Colectivo es que los productos hayan sido elaborados con trabajo cooperativo en empresas gestionadas por los trabajadores. A esto se le suma que los procesos de producción debieron estar libres de explotación y la manera en que se tomen las decisiones en las organizaciones de productores sea democrática y a través de discusiones colectivas.

Dentro de los productores de la canasta básica del Colectivo están las cooperativas Luna (“Cerveza sin patrón”), Flor de Jardín (mermeladas de frutos), Jamón Torgelón (fábrica recuperada de cárnicos), la Mocita (lácteos), Pasta Sur (fábrica de fideos), Agrícola Ruiz de Montoya, Azul (panadería), entre otras.

Los productos son llevados al mercado de Bonpland, el cuál encierra en sí una historia de lucha. Se trata de un antiguo mercado municipal que con la llegada de los supermercados se vino abajo y estuvo desocupado durante muchos años. Sin embargo con la efervescencia de la recuperación de los espacios de trabajo, Bonpland fue ocupado por decenas de colectivos y actualmente es administrado de forma autogestiva y ya cuenta con reconocimiento oficial.

Estos productores sin explotación son el elemento primario de la ecuación del Colectivo.

Los consumidores críticos
Los grupos de consumo son el elemento secundario de esta operación social. Éstos consisten en equipos de personas que centralizan las compras que realizan en el Colectivo Solidario y con ello convierten el consumo en prácticas no individuales.

“La particularidad de los grupos, es que con las compras que realizan mes a mes, se va conformando un ahorro colectivo solidario. Este es de propiedad colectiva del grupo y se constituye por el 9% del total de cada compra”, explican. En julio de cada año es regresado a los ahorradores y se busca sea reinvertido en experiencias de la economía social.

El Colectivo Solidario recurre también a la sensibilización para aumentar sus grupos y contribuir al cambio de modelo de consumo. “Desarrollamos tareas de comunicación, dentro de las que se encuentra la producción de contenido audiovisual, de fotografía, diseño y uso de redes sociales. También realizamos investigación social, acciones de difusión de nuestra propuesta en presentaciones en espacios como universidades y congresos”, describen.

Consumir como acción multiplicadora
Para los solidarios, así como para muchos estudiosos del tema, “si todos consumiéramos como el modelo norteamericano intenta imponer, sabemos que no alcanzaría planeta que lo tolere”. Este modelo “requiere de personas infelices, que busquen saciar las insatisfacciones vitales a través de la compra”, prosiguen. Por ello el consumo se vuelve más que una simple acción de satisfacción de infelicidades, se vuelve una defensa de los recursos naturales y una acción política.

“Entendemos que al decidir comprar un bien u otro, colaboramos con la continuidad de un sistema. A partir de consumir contribuimos depositando recursos en un sistema de producción, distribución y consumo, caracterizado por la concentración y la especulación; o en uno alternativo, en donde se retribuye de manera justa a los distintos eslabones de la cadena”, explican.

El cierre de la ecuación ocurre en el hecho concreto del consumo. Por eso es que “nuestro trabajo busca visibilizar que la posibilidad del cambio es colectiva y que el poder de hacerlo está en los consumidores”, concluyen.

Al final la ecuación de estos matemáticos sociales puede sintetizarse en: productores sin explotación + intermediarios solidarios x grupos de consumo crítico igual al cambio de modelo. De diez.

Fotos: Colectivo Solidario

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