Solidarias por naturaleza, estas mujeres han zurcido sobre escombros y luchas sociales con la hebra de la cooperación y el trabajo como punta de lanza. Aquí el hilo no descansa.
Pablo Correa
Ciudad de México // 06 de marzo de 2013
Silvia Hernández Sánchez siempre pasa por la calle Anenecuilco, y gracias a unos carteles que vio pudo enterarse que aquí se dan cursos de costura. Tiene tres semanas asistiendo al taller que se ubica en la colonia Emiliano Zapata en Coyoacán, hasta ahora ha hecho un cojín, una bolsa y un monedero con la enseñanza de “Mujeres para Hoy”.
En total cinco mujeres toman el taller que durará un mes, la mayoría son madres de familia que vienen de lugares cercanos y toman el curso mientras sus hijos están en la escuela. Como las demás, Silvia conoce poco de quienes son sus maestras, nunca se imaginó que existiera en su colonia este lugar, “no pensé que fuera un taller y una cooperativa”.
Hasta junio esta cooperativa impartirá de manera gratuita, cursos de costura a las mujeres que estén interesadas. La idea es dotar a las mujeres de conocimiento para que puedan ganarse un dinero.
Doña Esther Macareno explica pacientemente como debe ser la puntada, revisa y camina entre las filas de máquinas y de vez en cuando lanza una flor cuando me dice: “fíjate que son rápidas y muy inteligentes, luego luego le agarran el modo”.
La historia de estas mujeres se remonta a finales de los años 70, entre las nacientes colonias Piloto y Emiliano Zapata junto a la Carmen Serdán, nació un grupo de vecinas con arduo activismo. “Empezamos con la inquietud de hacer algo social y hacer demandas sociales”, dice Doña Teresa Hernández Saucedo.
La primera experiencia de forma cooperativa en práctica vino de la necesidad y fue de consumo, “decíamos que era cooperativa de compra-venta de útiles escolares”. “Íbamos al centro y traíamos cuadernos, lápices y así lo distribuíamos en las casas, cada una de nosotras tenía alguna cosa, alguien tenía las pinturas, los cuadernos por otro lado y se daba a precio de mayoreo, las papelerías no nos veían bien”, recuerda Doña Tere.
Cuenta Doña Tere que era tiempo de una crisis económica y los despidos de sus esposos estaban a la orden del día, por eso la necesidad impulso a hacer los uniformes de los hijos. “Nos juntábamos en las casas para hacer las falditas de las niñas y los pantalones, la que sabía cortar cortaba, la que sabía coser, cosía”.
“Después de los uniformes, nos preguntamos si seguíamos en lo de la costura, entonces algunas compañera fuimos a tomar clases de corte, para empezar a ver si podíamos empezar una cooperativa de costura”.
Eran los ochentas, y estas mujeres tenían una gran participación social en estas colonias “aguerridas”. “Veíamos que había películas muy buenas que se podían exhibir y primero en mi casa las proyectábamos, y después en la calle. Veíamos películas de protesta: La vida de Víctor Jara, Los olvidados, nos sentíamos así yo creo, desplazados”, dice entre risas.
El temblor de 1985, parte aguas que detonó la participación social en el país, tuvo entre sus cómplices solidarios a estas mujeres. “Fuimos a prestar ayuda con las compañeras que trabajaban en edificios que se habían caído y ahí conocimos a las compañeras de la Cooperativa Centro”, recuerda Doña Tere.
Con mucho trabajo por delante, el apoyo también se extendió a las manifestaciones y marchas en apoyo a las mujeres que eran trabajadoras de fábricas, en esa inercia conocieron a la Cooperativa del Centro con las que poco después se unieron para producir y proveer pañales de tela a las extintas tiendas de la Conasupo que había en muchos estados del país.
Algunos años después del temblor Doña Esther Macareno se integró a “Mujeres para Hoy”. Ella trabajaba en uno de los edificios textiles de la calle 20 de noviembre que se derrumbaron. “Me encontré con las compañeras de Mujeres para Hoy y después me vine a trabajar con ellas”.
Doña Esther conoce muy bien la diferencia entre trabajar en una fábrica y hacerlo dentro del modelo cooperativo, desde el inicio le pareció muy buena la idea trabajar así. “En la maquila cuando pides permiso por enfermedad o por lo que sea te lo descuentan, te explotan, te cuentan hasta las veces que vas al baño.”
“Acá hay más beneficios porque cooperativa es compartir todo, mucho o poco”.
En esta cooperativa siempre han trabajado mujeres jóvenes y de edad avanzada. Además han sido formadoras de muchas mujeres costureras que trabajan para el hogar, de manera independiente o incluso han instalado talleres.
Así como su experiencia, la lista de productos que realizan es larga: batas de baño para niño, juegos de cuna, playeras de lactancia, almohadas y un largo etcétera, como los casi treinta años buscando el camino de la hebra.
Ellas han sido beneficiarias del Programa de Fortalecimiento para Cooperativas 2012, en este proyecto tienen previstos al menos cinco talleres para mujeres con una duración de un mes y que se imparte de manera gratuita. También la posibilidad para que las mujeres puedan quedarse y trabajar con la cooperativa está abierta, pues ahora el plan es ampliar la producción de un pañal de tela de algodón para adulto.
Ellas dicen que “ya no hay mucha cuerda”, pero aquí en su taller no para el “takataka” del hilo en la máquina que no descansa.
“La hebra de hilo va formando una paloma, son el trabajo y la libertad que da el cooperativismo”, describe Doña Tere. “Nosotras necias seguimos trabajando”.
Cooperativa Mujeres para Hoy es integrante de la red de cooperativa “G-50”