Treinta y cinco años de una educación disruptiva, comunitaria e indígena

En la Sierra Norte de Puebla el Cesder camina hacia la Universidad con los Pueblos.


Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 20 de julio de 2017

Unas curvas pronunciadas que surgen de los montes son el aviso de que se está por llegar a Zautla, un pequeño pueblo enclavado en la entrada de la Sierra Norte de Puebla. En esa comunidad, cobijada por nubes, hace 35 años nació una escuela que le cambió el rostro a la sierra: el Centro de Estudios para el Desarrollo Rural (Cesder).

Una de las voces de esta escuela, Alejandro Marreros, plantea que tanto el Cesder como la Tosepan Titataniske dibujaron una nueva cara a la región. “No se podría entender lo que se está viviendo ahora, sus procesos de defensa del territorio, de organización comunitaria y de producción sustentable sin estas dos organizaciones”, afirma el oriundo de Ixtacamaxtitlán.

Ulises Márquez, Gabriel Salom, Benjamín Berlanga, Irma Estela Aguirre y Florencio Osollo, son los maestros fundadores. Cuando llegaron a Zautla en 1982 ya traían la experiencia de las “Telesecundarias vinculadas con la comunidad”. Ellos no llegaron con la idea de llevar educación a comunidades pobres, “nos miraron como personas capaces de quedarnos en nuestra regiones, de generar arraigo, de impulsar la vida comunitaria”, dice Ignacia Serrano Arroyo, egresada y maestra del Cesder.

Desde la punta del antiguo Rancho Capolihtic se abre una ventana entre los cerros donde los estudiantes de las licenciaturas y maestrías semiescolarizadas y semiinternadas, pueden mirar los tejados de Zautla. Una semana al mes los alumnos estudian en la escuela, las tres semanas restantes regresan a trabajar a sus comunidades.

Otra de las maestras fundadoras, Marisa Bengoa, de visita en el Cesder para el inicio de un curso de verano, afirma que en el contexto de agresiones a territorios indígenas “es sencillo encontrar motivos para formarse en un tipo de educación no convencional, disruptiva, que rompa con modelos”. De ese tamaño mira a la escuela que ayudó a formar.

El territorio
Llegan los alumnos de sus comunidades y sus estados, varios son de Zautla e Ixtacamixtitlán, los municipios inmediatos y que están haciendo frente a concesiones mineras. Mario Rivera García es recién egresado y está concluyendo su tesis con la sistematización de la defensa comunitaria y expulsión de la minera china en Zautla.

Hace cinco años con una mega marcha donde participaron personas de las 32 comunidades de Zautla, de Tetela de Ocampo y de la Sierra Norte de Puebla, con la presencia de autoridades civiles, los campesinos sacaron a los chinos de su comunidad, recuerda.

El Cesder recibe el apoyo de organizaciones como Poder e Imdec, para que junto con las comunidades hacer frente a las concesiones de la minera canadiense Almaden Minerals. El curso de verano de la escuela está florido en información sobre la minería: el 28% del territorio de Puebla está concesionado.

Julio Glockner, antropólogo y autor de un peritaje en el proceso de defensa de las comunidades, explica que la cosmovisión de estos pueblos (del lugar del camaxtle blanco) es diferente a los intereses de las mineras. Donde la empresa trasnacional mira ganancias en realidad existe un vínculo sagrado con el medio ambiente y la naturaleza, explica.

Las ramas que salen del Cesder
El árbol del Cesder tiene tres grandes troncos: uno el comunitario, “que tiene que ver con dignificar las condiciones de vida de las comunidades”; otro que busca “colaborar con las personas en la defensa de sus derechos humanos frente a los procesos de despojo de la industria extractiva”; y otra que tiene que ver con la educación, explica Marreros.

De esta última se han formado dos ramas principales afuera de la escuela: el Centro de Estudios Alfareros y el Centro Agreoecológico La Cañada.

En San Miguel Tenextatiloyan, mejor conocido como San Miguel de las Ollas, donde mil 500 familias se dedican a producir en barro y cerámica, se ubica el centro alfarero. Ahí hacen investigación tecnológica, capacitación a alfareros de la región y actualmente, los planes de estudio para la licenciatura en Alfarería.

En el centro alfarero los maestros Moisés y Domingo investigan y comprueban cómo el fluido del calor en un horno, “la ola interna”, genera mejoras en la forma de producción alfarera. Han implementado varias tecnologías y hornos no para producir en serie, sino para mejorar la alfarería tradicional y la salud de los artesanos.

Por su parte La Cañada, “es una muestra de cómo en una superficie pequeña trabajada de forma agroecológica, biointensiva, puede ser suficiente para producir los alimentos que cubran las necesidades de una familia”.

El Cesder también sembró una semilla en forma cooperativa: La Pankizaske. Tiene autonomía propia aunque se le sigue acompañando, describe Marreros. Formada con egresados “La Panki” ya echó raíz, produce y comercializa mermeladas, café y miel.

La Universidad con los Pueblos
“Luego de 35 años estamos en condiciones de hablar de impacto del Cesder”, dice Alejandro Marreros. A su parecer el impacto tiene que ver con el cambio de comportamiento. “Hablamos de impacto cuando vemos que en la región hay una educación que arraiga”.

Con la entrada de mega proyectos extractivistas a la sierra “podemos ver que las personas de la región defienden su forma de vivir y territorio, su orgullo de ser campesino e indígena”, describe el también coordinador de la especialidad de Economía Solidaria del Cesder. Donde hay egresados es más fácil defender el territorio.

Para los siguientes 35 años el Cesder quiere “retomar su vocación de ser una educación que arraigue, liberadora, diferente”, y para ello se quiere volver la Universidad con los Pueblos.

“No nos miramos haciendo este trabajo solos”, dice la maestra Ignacia, “Vemos que la región pide que los jóvenes cuenten con más herramientas que puedan aportar a sus comunidades y grupos”, añade. Para la universidad se está en proceso de abrir licenciaturas en Agroecología, Economía Solidaria, Alfarería y Defensa del Territorio.

Llegar a los 35 años “significa que lo que se sueña se puede hacer real. Es una mirada de esperanza muy amplia”, puntualiza la maestra.

La Coperacha

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