Desde la Comunalidad
Jaime Martínez Luna
Guelatao de Juárez, Oaxaca // 01 de junio de 2020
Cuando una civilización florece a partir de sus conceptos, queda preso de su imaginación. La civilización Occidental, se ha impuesto fundamentada en Conceptos. Democracia, justicia, libertad, igualdad, son algunos, pero lo central ha sido, el amor y la felicidad.
Estos conceptos, no tienen un asidero real, pero al integrar el grueso de su razonamiento, sobre la base de sus conceptos se atrapa a sí misma, en la búsqueda constante de algo inexistente.
Lo preocupante, es que a las sociedades a las que somete, las invade de conceptos que (a éstas), les impiden conceptualizar su propia existencia.
La búsqueda de la felicidad es una permanente expectativa que no logra concretarse, más que en el imaginario. Unas creen que se consigue con la tenencia y acumulación de bienes, otras, que es en la cantidad de capital que acumulas. En fin, aunque sea fama o prestigio, el caso es que para obtener esa felicidad, tienes que impedir que otro lo obtenga antes que tú. Es decir que tienes que afectar a otro, por cualquier vía. Lo cual hace de la vida, una eterna competencia.
Obviamente, este razonamiento es invadido de lucha por el poder, la necesidad de apropiarse de todo, y de hacer con lo que tienes, un juego excitante, es decir su mercadeo.
En otros imaginarios, derivados de éste razonamiento económico y político, la fama, y por lo tanto, la sobrexaltación de la persona, que es otra manera para obtener Poder, propiedades, y aunque tu producción esté sujeta al mercado, o el oficio o habilidad que se ostente, permitirá que tú seas feliz.
El caso es que la felicidad está ligada y depende de la satisfacción económica, lo cual garantiza y asegura la explotación, del otro o de la naturaleza, mediante el rendimiento, o la rentabilidad del oficio que se logre.
Pero eso no queda ahí, porque la felicidad como concepto abstracto, invade también el imaginario de aquel que queda fuera de la lucha económica, o que resulta víctima de las relaciones económicas imperantes, como lo es el que trabaja para su propio abastecimiento, o el artista que bajo las leyes de mercado, obtiene la felicidad por medio del prestigio, egolatría que substituye al poder económico o político que no alcanza.
Nótese, estamos hablando de individuos, suponiendo la inexistencia de otras prácticas de vida, cuyo razonamiento no puede entenderse individualmente, sino de manera comunal.
Imagen: Rodolfo Nieto (Oaxaca 1936-1985). Sin título, gouache/ papel 1958.
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