Es momento de reflexionar sobre un cambio profundo: Cedesa
Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 07 de abril de 2020
En Guanajuato se viven dos realidades con la emergencia sanitaria, en las ciudades se han dado compras de pánico, fumigaciones con cloro y las patrullas llaman a la gente a quedarse en casa, por otro lado, en las comunidades parece que la vida sigue su curso normal.
Esta es la visión que tienen de la pandemia, en un estado con más de 50 contagios por Covid-19, dos mujeres defensoras del territorio y promotoras de la producción campesina, Mercedes Páramo y Rocío González, quienes trabajan en el Centro de Desarrollo Agropecuario (Cedesa), ubicado a un kilómetro de Dolores Hidalgo. En el límite de la ciudad se viven las dos realidades.
Las defensoras del territorio evalúan que este es un momento de reflexión del sistema, de cuidarse unas a otras, y la posibilidad de lograr un cambio profundo, un cambio, explican, vinculado a recuperar el trabajo del campo y la autosuficiencia alimentaria.
“No sentimos tanto la cuarentena, los espacios en Cedesa son amplios y un encierro obligatorio no se siente como tal. Estamos conscientes de que la amenaza es real, sin embargo la gente no está temerosa”, dice Mercedes.
En las periferias y comunidades de la Cuenca de la Independencia, existen grupos de personas organizadas que han regresado al trabajo de campo, este año la cosecha ha sido mejor que el anterior, han guardado granos y han compartido o comercializado el excedente.
En tierras con escasos recursos hídricos, sobreexplotados por la agroindustria, Cedesa ha impulsado las Unidades de Producción Familiar, donde el campo produce, principalmente, para el consumo del primer círculo en casa, y los excedentes, para intercambio local.
Maíz y papitas locas, hortalizas, árboles frutales y animales menores (de corral), conviven en la unidad de traspatio. La otra unidad de producción es la parcela, con milpa y hortalizas.
Finalmente está el monte, la tercera unidad de producción, donde a partir de vegetación nativa se cultivan mezquites, huizaches, nopales, magueyes, garambullos, tunas, y hay procesos de apicultura, poda y limpieza de árboles para leña, aguamiel, pulque, y pastoreo cuidado.
Las actividades del campo siguen a pesar de la pandemia, la gente ha captado miel y hay al menos una cubeta por familia, se producen jabones y existe agua gracias a las 200 cisternas de ferrocemento para cosecha de lluvia que ellas mismas colocaron. El primer frente para la emergencia sanitaria está listo.
“Esta crisis nos lleva a reflexionar sobre le trabajo del campo”, dice Rocío González. “Lo más seguro que tenemos es producir nuestros propios alimentos”, la secunda Mercedes Páramo.
El cambio profundo, dicen, tiene que ver con afrontar la problemática de manera colectiva y hacer que la gente regrese a trabajar al campo, volver autosustentable a las comunidades.
Además, prevén que otra crisis se avecina, la del cambio climático. Ante la sanitaria y la económica, donde reconocen que son vulnerables, las comunidades han comenzado un proceso de reflexión sobre la crisis climática.
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