Mil 400 vendedores de la cooperativa luchan por revertir los efectos de la crisis.
Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 01 de diciembre de 2020
Al fondo, el sol hace brillar el mercado Pescaditos del Pedregal de Santa Úrsula en Coyoacán; al frente, Ulises Díaz Domínguez, cooperativista de Pascual, vendedor, repartidor, o chofer, pero desde agosto nombrado Guerrero de las ventas junto a mil 400 de sus compañeros que batallan contra los efectos económicos de la pandemia.
Isaac Gómez López es otro Guerrero que da la batalla en la Alcaldía Álvaro Obregón, va por las colonias Olivar del Conde, Santa Fe y Pueblo Nuevo. Hoy le toca defender la iniciativa cooperativa nacida hace poco más de 35 años y asegura que “las colonias populares siempre han sido solidarias con nosotros”.
Estos Guerreros han palpado las dificultades y los retos. Ulises parece recoger el sentimiento que los agobia, “a veces sí nos da miedo salir a la calle, pero el coraje es más fuerte y salimos a vender”.
La lucha comienza de madrugada
Ulises, de 52 años, vive en Santa Cruz, Xochimilco, con su esposa y un hijo, “mis otras tres hijas ya viven aparte”. Isaac, cumplió 40 y es un Guerrero de la colonia Guerrero, habita con su esposa, una hija, un hijo y “con la abuelita de mi esposa”, que la pandemia obligó a dejar su trabajo.
Ambos coinciden en sus rutinas: se levantan antes de las 5 de la mañana y llegan poco después de las 6 al Centro de Distribución de Iztapalapa que los recibe en los filtros para desinfectarlos. La coincidencia pasa a ser presencial y ocurre en el comedor de la cooperativa donde los Guerreros se alimentan para iniciar su día.
Los niños movían al mundo
Antes de salir del Centro de Distribución se desinfecta el camión, los productos y a la tripulación que se completa con dos escuderos. Se abren las puertas para iniciar su ruta y van armados con las promociones del día.
Las ventas de las bebidas, cuenta Ulises, que lleva 31 años en la cooperativa, se vieron afectadas porque las escuelas cerraron: “0ra sí que los niños movían el mundo”. Y se diseñó la estrategia de las promociones que los Guerreros ofrecen en tiendas, taquerías, fondas, tortillerías y “hasta en las peluquerías” asegura Isaac.
Las ofertas varían y se empacan en bolsas. Han incluido seis piezas del Boing en triangulito o el de vidrio de ocho onzas explica Isaac, “también hemos dado a conocer presentaciones que no se vendían mucho. Los clientes luego pasan en sus carros y nos piden los paquetes”.
La atención a los establecimientos que han mantenido la venta de los productos de la cooperativa se ha intensificado, pues además de acercarles las promociones se procura visitarlos dos veces por semana. Isaac asegura “que mientras uno dé el servicio la venta va a seguir”.
El coraje es más fuerte que el miedo
Los Guerreros están conscientes que la propagación del virus no ha dado tregua, “a veces sí nos da miedo salir a la calle, pero el coraje es más fuerte y salimos a vender”, dice Ulises, mientras abre más sus ojos que se asoman del cubrebocas.
La cooperativa le da a cada tripulante de los camiones tres cajas de productos a la semana como incentivo. La condición es que no falten a trabajar y el resultado de esa venta es para ellos.
Ante el desafío de mantener a Pascual como ejemplo de la economía social Ulises subraya con sus clientes el orgullo de formar parte de una empresa mexicana y que “es una cooperativa que reparte los beneficios entre los trabajadores”.
Después de las 4 de la tarde las unidades de los Guerreros regresan al punto de su salida matutina y después de “entregar la cuenta” surten nuevamente de productos su camión que al día siguiente volverá a las calles a continuar la batalla que saben será larga.
No obstante se repliegan a sus casas con energía y buen ánimo. “La vamos a librar” asegura Isaac, y Ulises reta: “No creo que nos venza esto. Vamos a seguir adelante”.
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