La semilla que germinó en la Fundación Cultural Pascual.
Es 1984, dos años después de que inició la lucha de los trabajadores de la empresa Pascual, la aspiración cooperativa se ve obligada a considerar cualquier opción para financiar la esperanza. Aunque la Cooperativa Trabajadores de Pascual ya estaba formada, no tenía los recursos económicos para comenzar la producción refresquera. La situación es tan urgente que se dan toquidos a las puertas más inesperadas, una de ellas es la del arte.
Al contrario de los astros, los sindicatos dieron indicios de alinearse en el cosmos de la clase trabajadora que, hasta ese momento, poseía escasas glorias que narrar a su futuro. En el Museo Nacional de Arte se abre la puerta del sindicato del INBA, con personajes como el museógrafo y sindicalista Saúl Salomón Muñoz Sánchez. Esta vez ya no solo para colaborar con el boteo para mantener la resistencia, ahora es para montar una obra museográfica jamás imaginada por nadie, menos para los trabajadores.
El propósito de la exposición monumental era vender la obra, esos serían los insumos para arrancar la producción, pero ahora en manos de los trabajadores. Sindicatos como el STUNAM, personajes como Ingrid Koester y dirigentes de la lucha laboral en Pascual, se las ingeniaron para entablar un diálogo con el sector del arte plástico mexicano y recabar una copiosa cantidad de obras.
Tomó muchos meses recopilar las obras que provenían del Salón de la Plástica Mexicana, el Taller de la Gráfica Popular y de artistas incógnitos y reconocidos de escuelas como La Esmeralda. La primera subasta se realizó en junio de 1985 en el Museo del Carmen, y una segunda el 26 de julio de 1985 en el Palacio de Minería, sede que se consiguió gracias a las fuerzas sindicales.
La crítica de arte Raquel Tibol, que junto con otros artistas se unieron al llamado de solidaridad para aportar grabados, óleos, acuarelas y fotografías, etcétera, les expresó que iba a salir muy caro subastar las piezas porque implicaba muchos gastos.
Enmarcando la historia
Recuerda el museógrafo Saúl Salomón que llevó tres días y dos noches ordenar aquel material compuesto de 300 obras. Una ensoñación titánica en la que participaron innumerables personajes que iban desde el equipo de investigadores del MUNAL con Jorge Eduardo Manríquez, hasta Arturo Ruiz que ayudó a conseguir las mamparas de Bellas Artes.
Reto monumental fue enmarcar las 300 obras que yacían en hojas sueltas, porque además no se tenían los recursos para hacerlo de forma profesional como acostumbraban en su trabajo cotidiano los museógrafos. Ante esa necesidad, los trabajadores acudieron a las Plantas Sur y Norte de Pascual que todavía tenían en sus entrañas fotografías polvosas de los directivos de la ya extinta empresa.
Como quien recicla la amargura, limpiaron, desmontaron y tomaron los marcos y cartones para que se alojara dentro de ellos una nueva historia. Así se montó aquella bacanal plástica que enseñó que no bastaba con tomar los medios de producción, sino que había que dejarse hechizar por el arte.
Se subasta la esperanza
Hasta antes de la subasta de ese 26 de julio (fecha de apellido revolucionario) de 1985 solo se habían vendido ilusiones. Así arrancó la subasta de la esperanza. Como exposición fue un éxito rotundo porque congregó la participación del sector obrero y artístico. Desde el ángulo económico fue un absoluto fracaso porque ninguna obra fue subastada.
Aunque algunos artistas retiraron su obra, muchos más decidieron dejarla para ayudar a la cooperativa. Para ese momento los sindicatos ya habían hecho un apoyo financiero a la joven cooperativa de trabajadores, y un par de meses atrás ya habían salido a las calles las primeras unidades de repartidores de jugos y refrescos con los obreros al mando.
Por su puesto que el arte no resolvió los problemas de los trabajadores, pero la semilla del arte quedó sembrada para que naciera otra noble misión, de que las artes plásticas llegaran a la clase trabajadora. Seis años después nacería la Fundación Cultural Pascual y demostraría que, entre las utilidades del arte, está la de montar sueños.
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