Historia de la revista cultural de los trabajadores.

La revista “Hojas de Utopía” fue un proyecto editorial inaudito, como casi todo lo que ocurrió en la lucha de trabajadores de Pascual. La creación de la cooperativa se había dado varios años atrás, y aquella estela victoriosa alcanzó para edificar la Fundación Cultural Trabajadores de Pascual en 1991.

Un atisbo de las Hojas de Utopía se expresó como un suplemento de El Cooperativista, la revista concebida a la vida interna de Los Patos. Sin embargo, la idea de combatir la pobreza cultural llevó a plantearse la necesidad un proyecto con una visión propia de la cultura, las artes y las expresiones populares.

Número cero
La lucha estaba reciente, y no solo los aspectos socioeconómicos como las prestaciones e ingresos era lo que importaba a la cooperativa. También figuraban preocupaciones como la salud, la educación y una variante digna de la épica laboral, la formación cultural.

Los trabajadores permitieron que la fundación, ese buque cultural en el árido contexto, tuviera como brújula a quienes acompañaron la lucha y provenían de la izquierda. Una figura importante fue Antonio Valle, quien también participó en el proceso que llevó a materializar la Fundación Cultural Pascual. Este escritor y editor orilló a este proyecto hacia el papel.

En diciembre de 1993 “hicimos el número cero donde planteábamos lo que pretendíamos hacer y lo que luego sería la revista Hojas de Utopía”, recuerda Antonio Valle. Cuenta que la idea provenía del socialismo utópico, pero estaba más vinculado a una idea literaria.

1994
Era el momento en que se sirvieron en bandeja de plata a las empresas estatales para que el neoliberalismo las engullera en ese gran festín de la privatización. Entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio y en el sureste mexicano el movimiento zapatista irrumpía como una fuerza política contra la opresión sistémica.

En el plano de la economía social y de los trabajadores, “Pascual” era la única experiencia en México que conquistó su fuente de trabajo y que se navegaba a sí misma de forma decorosa. El horizonte en el ámbito cultural lucía desértico, la fundación era la posibilidad de un proyecto cultural que fuera más allá de la mera producción de las famosas bebidas Lulú y Boing.

En esa hecatombe de 1994 salió a la luz el primer número de la revista “Hojas de Utopía” en el periodo marzo-abril dedicado a las literaturas chiapanecas.

Papel revolución
No podía ser de otro modo, la revista debía imprimirse en papel revolución. El carburante para alimentar el navío cultural era el acervo plástico donado por los artistas antaño y la pasión por vislumbrar una cultura accesible y descolocada de las élites. Por eso trabajadores, artistas, amigos, los amigos de los amigos y sus conocidos tejieron por varios números la solidaridad en los contenidos.

No había oficinas para hacer una revista, por eso las computadoras ubicadas en la planta sur de Pascual, que en lo diurno servían para las cuentas y la administración de la cooperativa, en el tercer turno se convertían en una caldera cultural que fraguaba las Hojas de Utopía a veces por noches enteras.

Nadie tenía un sueldo, ni colaboradores, ni escritores, ni diseñadores, ni editorialistas. “Nadie cobraba un quinto”.  Antonio Valle nos recuerda que todo fluía como la forma de un tequio en Oaxaca. Reconoce que “la revista era altruista, utopista, ingenua, naif”, y todos los etcéteras que quepan, pero fue irreprochable desde el punto de vista profesional.

“Era una maravilla porque podíamos comer en los comedores de la cooperativa”, recuerda emocionado.

Incluso iba más allá del cliché por amor al arte, porque en esa época no había cosa más tangible y voluminosa que los trabajadores piloteando su futuro.

20 números
En total se publicaron veinte números de las Hojas de Utopía de 1993 a 1998. Por esos ejemplares pasaron innumerables autores, desde mujeres como Gabriela Balderas, Carmen Dosal, Merry Mac Masters hasta colaboraciones de Arturo Texcahua, Juan Bañuelos, Eraclio Zepeda, Oscar Oliva o Enoch Cancino Casahonda.

La lista de autores, artistas y colaboradores es inagotable, mientras que la memoria y el espacio ingratos para nombrarlos a todos. El tiraje era de mil ejemplares por edición, mismos que se distribuían en las plantas para que llegara a las manos y ojos de los trabajadores.

Las presentaciones se realizaban en espacios sindicales, en espacios culturales de la UNAM o el Instituto Politécnico Nacional, así como recintos culturales como la Casa del Poeta Ramón López Velarde. La revista no era el único proyecto de la fundación cultural, pero quizá si el más ambicioso y de mayor alcance.

Alrededor gravitaban las exposiciones de obra plástica, el proyecto de videotecas, talleres literarios y de periodismo. Pareciera tratarse, quizá sin proponérselo, de un proyecto completo de educación. En algún punto la revista logró patrocinios, incluso aparecía la propia publicidad de la cooperativa y también logró colocarse en algunos puestos de periódicos.

Un caso quijotesco
Antonio Valle califica ese proceso como “un caso quijotesco” cargado de autogestión y frescura. La experiencia editorial llegó a tal punto de editar libros bajo la Serie Laberinto de Hojas de Utopía de la Fundación Cultural Pascual.  

Se publicaron Jaranas del viento, una antología de Mardonio Cinta, que en realidad era el alter jaranero del poéta Francisco Hernández. También el libro de poesía Apocalíptico de Antonio Castañeda, Vivir en filo de Ricardo Guzmán Wolfert.  Por último, El reverso de su azogue de Claudia Hernández de Valle-Arizpe, una antología de poesía dominicana que se presentó en Bellas Artes.

Hacia 1997 la izquierda había llegado con Cuauhtémoc Cárdenas como Jefe de Gobierno, y con él el escritor Alejandro Aura al frente del Instituto de Cultura en la Ciudad de México. Así se tejieron actividades y proyectos culturales con la institución y otros artistas. “Era una cosa muy dinámica, con mucho cascabel”, recuerda Antonio Valle.

Papel Cuché
En 1998, año del mundial en Francia, por la revista también rodó la pelota. Y después vino el papel cuché y el cambio de formato como presagio. En la cancha política, a dos años de la elección presidencial, ya corría desbocado un candidato llamado Vicente Fox.

Entonces se abrían los debates sobre la alternancia política y el voto útil. Para Antonio Valle las inercias y fuerzas de derecha en el nuevo contexto impactaron también a la cooperativa Pascual. Así se comenzaba una etapa diferente y la Hojas de Utopía llegaban a su fin.

La revista pudo tener un cierre digno y celebró su cuarto aniversario con trabajos de Francisco Hernández, un texto de Antonio Castañeda sobre el director de cine Rainer Werner Fassbinder, textos sobre la ecología en los ciberpunks y el comic fantasi, entre otros.  

“Viéndolo hacia atrás era un proyecto alternativo total”, señala Antonio Valle. “No solo en el contexto de las empresas sociales, era una irrupción y una fuerza no solo productiva, sino cultural”.

Serie 30 Años de la Fundación Cultural Pascual

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