Innovación Social

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El Espacio Social Autogestivo Tzikbal, es uno de los pasos que hemos decidido para comenzar con semejante itinerario.


Tonatiuh Gallardo Núñez
Coordinador del Colegio de Investigación
Cooperativa Tzikbal
tonatiuh@tzikbal.org

La innovación es la dimensión social de la creatividad.
(Innerarity, 2011: 223)

En la actualidad, el hablar de innovación social se ha vuelto el condimento destacado de los licores digestivos que coronan las sobremesas de la intelectualidad burguesa y socialmente comprometida; nada de esto es por azar, fue hasta hace poco más de diez años que la Comisión de Futuro de la fundación alemana Friedrich-Ebert concluyó que los “problemas como las crisis financieras, los riesgos ecológicos o la sostenibilidad de las prestaciones sociales no pueden resolverse sin innovaciones sociales” (citado en: Ibíd.: 217). Pero, ¿qué es exactamente eso a lo que se están refiriendo cuando una y otra vez mencionan en sus discursos “innovación social”, “innovación social”? ¿Qué presupuestos guían los criterios con los que enjuician las prácticas sociales que pretenden estudiar? ¿Existe en realidad una reflexión cabal detrás de todos esos premios y estímulos que se otorgan a las innovaciones?

En el presente escrito, que he pensado como el prólogo de éste espacio quincenal denominado Tzikbal: lo que se hace con las palabras, busco echar una primera luz sobre estos temas asaz rebuscados pero no por ello menos socorridos de atención; a su vez, comenzaré con él a delimitar el rumbo y los objetivos de las subsecuentes intervenciones que robustecerán la imagen de innovación social que nosotros, en la Cooperativa Tzikbal, hemos puesto en práctica desde hace casi dos años.

Es en éste sentido que pienso pertinente comenzar por exponer una primer idea que bien puede mostrar el tablero donde se jugarán las apuestas; y ésta imagen es la que se forma cuando uno da cuenta que el concepto de innovación social resulta ser sumamente escurridizo, es más, podría pensar que esa evanescencia suya haría las veces de una de sus principales características. Por ejemplo, Daniel Innerarity, en su último libro titulado «La democracia del conocimiento. Por una sociedad inteligente», postula algunas tesis que empiezan a delimitar el terreno que pienso explorar:

1. «Las innovaciones no provienen del ámbito político», es decir, los agentes sociales no imbuidos en la burocracia administrativa son los sujetos que crean, construyen y desarrollan ideas novedosas.
2. «Las innovaciones sociales son un producto interactivo» y, por tanto, éstas dependen de la relación existente entre el ámbito medianamente estrecho de las distintas técnicas y sus artefactos particulares con el espacio más complejo de las relaciones sociales.
3. «Las innovaciones sociales se caracterizan frecuentemente por tener una forma fluida» o, dicho de otra manera: «Los procesos de innovación siguen una lógica que no se muestra ni previsible ni calculable; pero tampoco son completamente azarosos».

Éstas tres tesis que ahora menciono y que huelga decir no constituyen un campo exhaustivo comienzan a dibujar un panorama que lejos está de presentarse como sencillo; ahora, si bien explican en cierta medida por qué siempre se desgañita en pro de la innovación social sin decir bien a bien a qué se están refiriendo, lejos está de justificarlo.

La complejidad inherente a las prácticas de innovación merece un especial análisis de los agentes involucrados, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista práctico; es decir, someterse al espacio reducido de una de las dos trincheras sólo conseguiría parcializar un fenómeno ya de por sí sesgado por los mismos prejuicios que han conseguido alzarlo hasta alcanzar la vista de la opinión pública. Entonces, ¿cómo hacer frente a semejante reto sin palidecer desangrados por los estigmas de la simpleza? El autor antes mencionado propone una solución que por el momento pienso pertinente:

[…] propiamente hablando la innovación es algo que no puede exigirse ni producirse de manera decisionista. Lo que está a nuestro alcance es crear las condiciones necesarias, aunque no suficientes, en las que puede surgir, y evitar así las rutinas o los restrictores que la imposibilitan (Ibíd.: 227, el énfasis es mío).

A mi parecer, la manera más inteligente con la que podemos lidiar con nuestra ignorancia y el tiempo que nos carcome con su inevitabilidad es justamente esa: no haciendo como que sabemos y como que tenemos todas las respuestas, sino construyendo un espacio que facilite que ellas se gesten en el amasiato de la creatividad individual y las redes de trabajo y apoyo mutuo, donde el papel del experto se ve reducido a la mera función de encaminar la potencia de los sujetos para que ellos mismos, en cooperación, generen una sinergía que pueda llegar a diseñar un producto o un servicio innovador que ayude a mejorar el estado actual de nuestra vida cotidiana.

El Espacio Social Autogestivo Tzikbal es uno de los pasos que hemos decidido dar para comenzar con semejante itinerario.

Referencia
Innerarity, D. (2011) La democracia del conocimiento. Por una sociedad inteligente. España: Paidós.

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