Ríos, manantiales y una cascada, resguardados de forma cooperativa

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Cascada Tulimán, ecoturismo poblano en la sierra norte.


Colaboración especial de Eunice Lozada
Ciudad de México // 25 de noviembre de 2014

La idea de dormir en pleno bosque en unas cabañas rústicas y con una cascada a poca distancia fue muy tentadora, pero lo que me terminó de convencer para visitar tan antojable lugar fue saber que son sus habitantes quienes trabajan a favor de su entorno y de ellos mismos.

Luego de tres horas de viaje llegué al ejido Tulimán, ubicado entre los pueblos mágicos de Zacatlán y Chignahuapan en la Sierra Norte de Puebla, en donde se estableció la empresa cooperativa y ecoturística Cascadas Tulimán” conformada por 21 ejidatarios que en 2006 decidieron ocupar su territorio para aprovecharlo de manera sustentable y ahora, ocho años después, ven con orgullo la consolidación de su proyecto.

Un bosque templado de encinos es su zona de trabajo, pero el principal atractivo es la cascada de Tulimán de 350 metros de altura divididos en tres caídas a donde se llega luego de recorrer el camino de tierra para autos que los mismos ejidatarios acondicionaron. Con la idea de dar un servicio integral también levantaron cuatro cabañas de madera que cuentan con dos camas matrimoniales y un baño con agua caliente, pero eso sí, sin servicio de luz eléctrica. “Si instalamos la luz esto perdería su encanto”, me comentó la señora Gloria Navarro, cocinera que ofrece alimentos a los visitantes, involucrada totalmente en las decisiones sobre el trabajo cooperativista.

El señor Fausto, esposo de Gloria, recuerda bien todo el esfuerzo y contrariedades que implicó la organización entre varias personas: “Aunque todos los ejidatarios estuvieron de acuerdo en trabajar el área, al principio éramos nueve los que conformamos la cooperativa y los que participamos de manera directa fuimos seis. Estuvimos trabajando durante meses, en un año y medio aprovechamos los recursos e hicimos las cabañas, las palapas y la tirolesa, pero no conocíamos de estrategias para el turismo. Hicimos todo en el lugar, pero no venía gente, prácticamente estuvimos sin paga cuatro meses y casi tiramos la toalla”.

Fueron dos los infortunios que paradójicamente llevaron la fortuna a las Cabañas, uno cuando un joven decidió quitarse la vida en la cascada de Tulimán, hecho por el cual la gente conoció y se maravilló con la cascada; el otro fue la influenza en 2009, cuando al prohibir las aglomeraciones en lugares cerrados, muchos decidieron pasear al aire libre y así se dio a conocer aquel lugar.

Con el incremento de los visitantes, llegó el incremento de personal y ahora son alrededor de veinte personas las que trabajan en la cooperativa. Además de ellos, los fines de semana sus hijos o nietos fungen como guías hacia las zonas de “Dos aguas”, donde se juntan dos ríos; “Agua Mineral” con su puente colgante y sus aguas termales y el “Árbol Hueco”, en cuyo interior caben alrededor de diez personas y, pese a lo que pueda pensarse, sigue vivo.

Las mujeres ofrecen el servicio de comida en los diferentes puntos de la zona, otras están en la parte de logística; los hombres se encargan del transporte desde la entrada hasta la zona de cabañas y otros están en el área de actividades extremas. De ellos, el más entrañable para quienes se hospedan es el señor Vicente Portilla, el velador del lugar quien desde que oscurece hasta poco después del amanecer se mantiene al pendiente de lo que necesitan los huéspedes.

Antes del proyecto de las cabañas, Magdalena Navarro pastaba sus ovejas en el campo, ahora también despacha en la tienda de la zona; el señor Fausto se había ido a trabajar para el norte, ahora es uno de los principales impulsores del proyecto; el señor Vicente se dedicaba a trabajar la madera, pero ahora ha tomado un nuevo aire al participar como velador. Por su parte, Diego, un niño de nueve años, aprovecha sus fines de semana para obtener un ingreso y así ayudar en casa y darse un gusto personal. Él y los otros niños están condicionados a mantenerse como guías, siempre y cuando sigan estudiando.

Estar en el bosque, cerca de la cascada de Tulimán, caminar por sus senderos y disfrutar el panorama montañoso resulta revitalizador, no sólo por el contacto con la naturaleza, sino por la posibilidad de apoyar a un proyecto cooperativo preocupado por cuidar su entorno natural, social y familiar. Los ejidatarios heredaron de sus abuelos el territorio que ahora les da para comer y sus hijos ya comprenden el valor de trabajar la tierra, protegiéndola.

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