La montaña y yo, refugio de la negritud cimarronesa

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Me siento feliz de tener esta cubanía: Omaira Scott Alfaro

Redacción La Coperacha
Ciudad de México // 31 de octubre de 2019

En Carambola habita un proyecto sociocultural conocido como “La montaña y yo”, es algo así como un refugio de la sabiduría cimarronesa, una raíz negra que refresca y desemboca en la cultura afrocubana.

Muchos de los hombres van por la mañana al trabajo dedicado a la cría de puercos y la siembra de café, ya sea en proyectos del Estado y algunos proyectos por cuenta propia. Las mujeres también trabajan en la pizca de café, otras más son maestras y algunas cocineras.

Esta fue una región de haciendas de café e ingenios en donde mujeres y hombres estuvieron esclavizados por casi cuatro siglos. Nos situamos en pueblo de Candelaria localizado en la provincia de Artemisa en Cuba, ahí entre la montaña se ubica un pequeño poblado de nombre Carambola.

En este lugar Omaira Scott Alfaro, una mujer negra y nieta de franceses, rebosa de orgullo que se enraíza en sonrisas y mirada. Ella es esencial en el proyecto cultural de la montaña que revalora la cultura cimarrona en la “zona de amortiguamiento de la Reserva de Biósfera Sierra del Rosario”.

Mucho se resume cuando expresa: “Me siento feliz de tener esta cubanía”.

Historia de un cimarrón
Quizá no convenga seguir sin antes hacer un espacio y precisar un poco de lo que implica cuando hablamos de lo cimarrón. De acuerdo al diccionario cimarrón es cualquier animal doméstico que escapa de sus amos y se asilvestra.

Cuando nos referimos en términos humanos la significación refiere a las y los esclavos “rebeldes” que de forma fugitiva buscaban la libertad en lugares apartados, imaginemos entonces una montaña para intentar hacer una vida a lo cimarrón.

Doña Omaira lo resume así: “Un cimarrón es el esclavo que se refugiaba en el monte para poder ser libre y quitarse tanto maltrato de arriba”.

Cita obligada merece la novela “Biografía de un Cimarrón” (1963) del escritor y antropólogo cubano Miguel Barnet, que narra la historia de Esteban Montejo, un cubano nacido en la esclavitud y que huyó a las montañas para después tomar parte en la guerra de independencia de Cuba y en la batalla de Cienfuegos contra los norteamericanos en 1898. 

La montaña y yo
Ahora regresemos a la montaña de Doña Omaira, dentro del proyecto “La montaña y yo” que desde hace 11 años creo un espacio bautizado como: Patio Cimarrón.

En el Patio Cimarrón ocurre mucho, podríamos hacer una gran lista, pero conviene mejor platicarla. “Tenemos las comidas cimarronas, la harina, el fufú de banana o plátano, el tasajo, los panes de vianda, pan de boniato, pan de harina, pan de yuca o pan patato que son todas estás viandas rayadas”, nos antoja con sus palabras Doña Omaira.  

El resguardo culinario de la cultura cimarronesa es parte sustancial en este patio, en la mayoría de los casos estos platillos se hacen como en antiguo, con leña o carbón.

El patio también tiene un rincón de tradiciones campesinas con muchas piezas que van resguardando la memoria de los habitantes del lugar. “Tenemos desde un grillete de la época de los esclavos hasta tibores de porcelana de Inglaterra, radios muy antiguas y una colección grande de frascos de cristal”, en total hablamos de más de mil piezas.

Omaira nos explica que la parte religiosa también es parte de la cultura. “Tenemos la cultura de los Orishas, le hacemos fiesta o veladas como se decimos en Cuba, entonces la comunidad también se inserta en estas tradiciones”.

El patio también atiende la parte de salud, pues ahí se curan a las personas de la comunidad. “Hacemos remedios caseros para el asma, el catarro, gastritis, y otras dolencias que son muy comunes en esta época”, nos cuenta.

“Hacemos vinos caseros, preparamos tragos con jengibre, aguardiente y la miel de abeja. Siempre les decimos a las personas que coman más saludables, porque de lo que coma y tome una persona también depende su salud”, apunta Omaira.

Naturaleza cimarrona
Quizá la parte más innovadora, desde la mirada actual, es el trabajo en lo que llamamos medio ambiente. El patio tiene un importante trabajo ambiental en la reserva en la que se ubica. “Es la naturaleza de nuestros modos antiguos de sembrar y cultivar la tierra, de arroparla”.

“Yo arropo con mucho guano y hojas, y no usamos nada de químicos, no utilizamos la candela (fuego) en caso de querer eliminar los rastros” de la siembra.

El patio está vinculado a la estación ecológica de las terrazas y proyectos internacionales que han llegado a la reserva de la biósfera. Con ello promueven el evitar los monocultivos que los coloca vulnerables en caso de un mal tiempo, pues se poner en riesgo toda la siembra. 

Así enseñan a la comunidad cómo en poco espacio se puede hacer una enramada con piedras y plantas vivas en donde se pueden cultivar entre 10 y 12 tipos de planta que se mantienen con una regadera de agua para tiempo de secas.

“También trabajamos mucho sobre cómo conservar la semilla, porque el campesino, sino tiene semilla no tiene comida”, dice con firmeza. La siembra principal es de maíz, frijol y malanga. “Para toda esa semilla hay un modo de conservación en vasijas de cristal, secarla bien y que no tenga humedad y que usted la echa en una vasija y la tapa herméticamente”.

Trabajo con niños
Uno de los trabajos principales se hace con los niños y niñas, quienes reciben talleres sobre la historia local, comidas tradicionales, mientras que en la parte artística se vinculan también con instructores de danza, música y otras artes.

Se montan en las danzas tradicionales parecidas a las que se hacían antaño y que son muy populares. “Tenemos que seguir repitiendo para que los que vienen de tras de nosotros las aprendan y las hagan”.

Raíces
“Los pueblos sin raíces no perduran”, dice Omaira. “Su raíz está en su tradición, su costumbre, en cuidar lo que tiene, y dentro de eso está la naturaleza que es la que nos acompaña, quien está con nosotros todos los días”.

Privilegiados quienes detentan la prerrogativa de tener raíces y naturaleza, para quienes no solo queda imaginar cómo hacerse fugitivo al consumo sórdido, al ruidoso concreto, lo primero será buscar una montaña como hicieron los cimarrones.

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