Diez años de turismo comunitario Tejiendo Nuestras Vidas

Foto: Tejiendo Nuestras Vidas

Van a regresar con el corazón más grande”.

Desde hace 10 años, en el cálido y húmedo pueblo mágico de Cuetzalan, Puebla, se realiza el proyecto de turismo comunitario Tikijkiti tonemilis (tejiendo nuestras vidas), encabezado por mujeres indígenas, que a su vez, son socias de la organización de cuatro décadas, Masehual Sihuamej Mosenyolchicauani (mujeres indígenas que se apoyan).

Entretejiendo la vida
Tonantzin Ávila vive en la Ciudad de México y desde muy pequeña viaja a Cuetzalan. Hace varios años se hospedó por primera vez en el Hotel Taselotzin (retoñito), el cual fue construido y es gestionado por mujeres de la Masehual, organización donde participan 98 socias y 2 socios. Pero fue con el proyecto de turismo comunitario como empezó a conocerlas más a fondo.

Dice Tonantzin que con este proyecto ha tenido la posibilidad de tejer su vida con las mujeres que la han hospedado, les envía cosas de la ciudad y recibe de ellas artesanías. También ha podido establecer vínculos con gente que conoció en este turismo comunitario, escribirse y verse cuando se puede. El vínculo es tal, que hay gente que se vuelve una especie de madrina o padrino citadino.

Tejiendo Nuestras Vidas celebra del 14 al 18 de julio de 2025 su octava edición, aunque cumple 10 años de estrechar vínculos entre las mujeres indígenas y las familias que llegan a hospedarse a sus domicilios, pues dos años de la pandemia por covid, estuvo en pausa.

Turismo con causa
Emilia Arroyo tiene 35 años y desde los 17 comenzó a trabajar en el Hotel Taselotzin. Ahí le dieron la oportunidad de estudiar y trabajar. Concluyó sus estudios en Derecho, aunque también es promotora cultural en Cuetzalan. Se ha involucrado tanto con la organización de mujeres, que cuando le propusieron ser socia, no lo dudó. En enero de este año, fue elegida en asamblea como presidenta de Mujeres Masehual, cargo que tendrá por dos años.

Emilia narra a La Coperacha que si bien el proyecto de turismo comunitario es una idea que las mujeres masehual tenían desde el inicio, fue con impulso y sistematización de la investigadora Margarita Tovar que tomó su forma definitiva. Tovar pasó una temporada recogiendo testimonios con las mujeres indígenas para una estancia de doctorado, y su manera de ser recíproca con ellas fue con la materialización de Tikijkiti tonemilis.

Cada año el turismo comunitario se enfoca a una de las diferentes facetas de la organización madre, como le llaman a Masehual Sihuamej Mosenyolchicauani. Ya se lo han dedicado a la defensa del territorio, al medio ambiente, al trabajo artesanal, pero este año se enfocará al reciclaje.

El proyecto de turismo comunitario incluye por un monto económico el hospedaje, la alimentación y la “oportunidad de abrir el pensamiento”, de conocer el tiempo de elaboración que se le dedica a las artesanías, de los significados de cada bordado, de cada cesta. Es la posibilidad de valorar y reflexionar sobre la dignidad del trabajo de las mujeres indígenas, dice Emilia.

El cambio que ha tenido cada una de las mujeres de esta organización que recibe gente de varios estados e incluso de varios países ha sido grande, reconoce Emilia. “A las compañeras las veo más abiertas, yo mismo no me reconozco de la Emilia de hace algunos años”.

Tonantzin Ávila muestra parte de las artesanías que hacen las mujeres masehual.

Al rescate de la lengua, comida y artesanía
Tonantzin Ávila hace una pausa en su negocio de comida en un mercado público de la Ciudad de México para describir su experiencia de este turismo que no busca los grandes hoteles y lujos. “Para mí escucharlas hablar en su lengua entre ellas, todo el tiempo, es mágico”, destaca.

Otra cosa que le gusta es la comida con la cosecha de ahí mismo. “Come uno lo que hay, tortillas hechas a mano, salsa de molcajete, cafecito de olla, frijolitos, es lo más delicioso del mundo”.

Y finalmente, tiene palabras para describir lo que las mujeres masehual transmiten con sus artesanías, con el telar de cintura, el bordado y la cestería. “Me explota la cabeza de ver la capacidad tan mágica que tienen de crear esas cosas, de plasmar la naturaleza en sus prendas, la vida, su cosmovisión”.

Se ha hospedado en dos ocasiones con mujeres de diferentes comunidades. Para Tonantzin mientras más cercano a la naturaleza y alejado de las comodidades de la ciudad, ha sido mejor. Te sientes como en casa, dice, te tratan con mucho cariño. Reitera la invitación al encuentro y afirma: “van a volver con el corazón más grande”.

Registro del 8o encuentro Tejiendo Nuestras Vidas

Notas relacionadas:

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor deja un comentario
Por favor ingresa tu nombre