Reflejaron los roles de género de su década mediante la publicidad.
Lulú, personaje de refrescos de la Cooperativa Pascual, es representante de la gráfica mexicana. En el Seminario de Sociedad, Cultura y Vida Cotidiana en México el pasado 31 de enero, el historiador del arte Aldo Solano presentó una síntesis de la historia de Lulú, a partir de sus charolas de refrescos elaboradas durante la década de los 60.
El historiador de la Facultad de Arquitectura de la UNAM señaló que a principios de los 60 Refrescos Pascual lanzó extensa campaña publicitaria para su marca “Lulú”, con la que los clientes que juntaran un determinado número de corcholatas del producto recibían una charola promocional metálica.
Dicha serie “fue tan extensa y popular que hasta el día de hoy forma parte inequívoca del paisaje de tianguis, bazares y tiendas de actividades de todo el país”, según comentó Aldo Solano. La tradición de promocionarse con charolas metálicas comenzó con las cervecerías europeas a finales del siglo XIX, como “objetos utilitarios para ampliar su presencia en las vidas de sus clientes”.
En aquel entonces Refrescos Pascual aún no se convertía en la Cooperativa Pascual, suceso concretado en 1985. De acuerdo con Aldo Solano, la representación femenina de Lulú en charolas promocionales también servía para reforzar los roles de género y la hipersexualización de la mujer presentes en la década de los 60.
“La charolas que nos ocupan tienen 16 centímetros de diámetro y dos centímetros de alto juntas conforman una colección de 39 bandejas distintas”. Aldo Solano considera que debieron ser al menos 40, sin embargo, puede que más se hayan perdido con el paso de las décadas.
Al día de hoy no ha sido posible identificar al autor, o autora como sospecha Aldo Solano, de las ilustraciones en las charolas Lulú. Únicamente se identifican las siglas “BR” escondidas en cada una de las ilustraciones, como una posible firma de autoría. Su identificación se entorpece al no contar con el archivo de la fábrica, perdido en un incendio de la fábrica perteneciente a la empresa antecedente de la Cooperativa Pascual.
Modernidad mexicana en las charolas Lulú
Para los años 60, las clases altas en México ya no se identificaban con Betty Bob, personaje antecesor de Lulú, “sin embargo, por su condición estadounidense y transgresora la refresquera la utilizó para proyectar modernidad y posteriormente mexicanidad”.
A pesar de representar un capítulo relevante en la historia gráfica de México, la mayoría de las charolas Lulú de los 60 propiciaban “mostrar el cuerpo y retratarla como una persona indefensa e infantilizada en necesidad de ayuda, además de la evidente hipersexualización del personaje”.
En algunas de las charolas, Lulú “interactúa con su propio refresco en situaciones absurdas o fantásticas, algunas veces se referencia a los cuentos de hadas y otras actividades que sin importar los roles tradicionales las ejecuta cómodamente, no sin antes adaptar su vestimenta o equipo”.
En las charolas Lulú también se representaron regionalismos de vestimenta y naturaleza, como una en la que se encuentra con un traje regional en una trajinera de Xochimilco o como “turista sofisticada y urbana” en las Cascadas de Agua Azul, asociada con el glamour de Jackie Kennedy, la ex-primera dama de Estados Unidos.
A pesar del discurso de hipersexualización presente en varias de las charolas, Aldo Solano también destacó ejemplos en los que Lulú desafiaba los roles de género. En una de las escenas se ve a Lulú en un traje de fútbol americano, mientras que en otra se encuentra practicando tiro hacia aves, deportes típicamente masculinos en aquella época.
Estas charolas al día de hoy soy objetos de colección entre los seguidores de la historia del arte mexicana. En sitios web como Mercado Libre puede encontrarse ejemplares de las charolas desde unos mil pesos cada una, siendo más costosas en grupo y las que tienen mejor estado de conservación.
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